Crítica de la película 'Boyhood: momentos de una vida'

Boyhood

La vida del joven, Mason, desde los 5 años hasta los 18...hasta la adultez.


Crítica de la película 


El director estadounidense Richard Linklater realizó el rodaje de Boyhood durante doce años con los mismos actores, filmando de forma intermitente una vez por año. Y es quizá por ese hecho que, sin ser grandilocuente, entrega una visión profunda y realista sobre el registro del tiempo de los personajes encuadrados frente a la cámara, algo nunca antes visto en la historia del cine. 

En ese sentido se las juega. Ha creado un nuevo tipo de cine experimental que modifica las reglas del intervalo de tiempo, y la cámara es el único narrador omnisciente que divide la delgada línea entre el tiempo de la ficción y el tiempo de la realidad diegética. 

Y si pensamos bien, no es la primera vez que Linklater deja crecer los personajes a través de los años con los mismos intérpretes, ya lo había hecho con la trilogía de "Before", aunque sí es la primera vez que lo logra dentro de la misma película. 

Por eso siempre atina un nuevo ritmo narrativo para satisfacer su ambición. Así, captura la vida de Mason (Ellar Coltrane) desde ser un niño risueño de seis años de edad, hasta que se convierte en un adolescente introspectivo de 18 años. Con el paso de las temporadas, vemos cómo Mason se desenvuelve con su hermana, Samantha (Lorelei Linklater, hija del director), y sus padres separados, Mason (Ethan Hawke) y Olivia (Patricia Arquette); el retrato de la típica familia norteamericana que busca sueños perdidos y que se mantiene unida a pesar de los estereotipos hogareños. 

Los diálogos de estos personajes se sienten filosóficos y auténticos, y la fluidez de las escenas son acogedoras sin la necesidad de acrecentar la verosimilitud de la puesta en escena. Eso se debe a que las actuaciones son demasiado precisas para dejar escapar los detalles. 

Además de profundizar en el desarrollo de los lazos familiares, ofrece un vistazo simple de la naturaleza del crecimiento humano durante diferentes etapas de la vida. 

Y Linklater no proporciona coordenadas entre los cambios de segmentos formado la elipsis, solo nos damos cuenta por la metamorfosis de los actores cuando van avejentándose con el pasar de los años junto a los cambios sociales, los aspectos técnicos, los acontecimientos históricos y hasta las referencias de la cultura estadounidense de la última década. 

De hecho, la película es un comentario mesurado y atrevido de cómo el comportamiento humano se ve tornadizo ante una transición temporal causada por los patrones sociales. Los instantes nos pasan por delante sin ni siquiera darnos cuenta de que el mañana ya pasó. No se recupera. Está en el ayer porque perpetuamente vivimos el ahora. Y ese tiempo es un punto que va y viene. No hay segundos chances para apreciar los buenos momentos que la vida arrastra en el presente. 

Y por ahí dicen que recordar es vivir, pero Boyhood nos dice que vivir es recordar. Las emociones de este film son tan altas que es imposible no sentir nostalgia ni identificarse con la similitud de nuestras propias vidas. 

Linklater prueba que el cine no es solo una proyección en la pantalla, sino, una simbiosis que emula nuestra existencia y la transforma. Esta es una película de mayoría de edad que traspasará generaciones y vivirá su periquete en la eternidad de las obras maestras.


Ficha técnica:
Duración: 2 hr. 45 min.
País: Estados Unidos
Director: Richard Linklater
Guion: Richard Linklater
Reparto: Ellar Coltrane, Patricia Arquette, Ethan Hawke, Lorelei Linklater



9/10

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