Lilo y Stitch

Lilo y Stitch es una película que actualiza la primera entrega de Lilo y Stitch (Sanders y DeBlois, 2002) y que, además, supone otra entrada en el catálogo de los remakes live-action de Disney que empezó como una tendencia hace ya más de 15 años. El rato de más de hora y media que paso con ella no me causa ni frío ni calor porque, a decir verdad, me parece un remake aburrido, que suele navegar por aguas saladas y que, en ocasiones, carece de gracia en su aventura tropical sobre hermandad, familia y sentido de pertenencia, incorporando una serie de cambios adicionales que la vuelve incluso peor que la original cuando ofrece algunos facilismos de último minuto. Así como la antecesora, la trama se ubica poco después de que un extraterrestre conocido como 626 se escapa en una nave espacial con destino a la Tierra para evadir su condena, donde es perseguido por dos extraterrestres que lo buscan y, entre otras cosas, se hace pasar por un perro para ser adoptado con el nombre de Stitch por una niña hawaiana llamada Lilo Pelekai, con la que establece una amistad antes de adaptarse poco a poco a convivir con ella y su hermana mayor, Nani, que lucha por mantener la custodia frente a las exigencias de la trabajadora social que amenaza con llevársela. En general, la narrativa se arregla sobre las fórmulas habituales que están presentes en la predecesora, con la única diferencia de que ahora algunas de las subtramas se desvían por lugares poco frecuentados. En este sentido, se muestra con cierta ingenuidad la caótica travesía del extraterrestre azul que le da dolor de cabeza a la hermana mayor mientras es protegido por la niña que lo tiene de mascota; las travesuras de la niña solitaria que cuida a su perrito y se preocupa por la hermana mayor que la protege como si fuera su madre; las persecuciones iniciadas por los dos extraterrestres tontos que intentan cazar al fugitivo con el cañón de portales y se disfrazan de humanos para evitar ser descubiertos; las intervenciones del agente negro de la CIA que sospecha que el asunto es un fenómeno de procedencia alienígena; las preocupaciones de la hermana mayor que, inducida por la ética del deber familiar, busca un trabajo desesperadamente para cubrir el mantenimiento de su hermanita para honrar a sus padres fallecidos. Se exploran, asimismo, temas como el duelo, la culpa, la resiliencia y la necesidad de aceptación de los marginados que son "expulsados", desde la perspectiva de tres personas (dos huérfanas y un fugitivo) que aprenden a valorar el vínculo de la familia como una unión que se basa en la empatía y el apoyo mutuo. El problema central, no obstante, es que observo que los personajes casi no tienen desarrollo fuera del epicentro de descripciones formuladas y, dicho sea de paso, permanecen estacionados en un abanico de situaciones predecibles que no logra arrojar alguna escena que sea sorpresiva entre tanto caos, sol y arena. En pocas palabras, se opta por un ritmo apresurado, deslavazado, que reduce la profundidad de los personajes para favorecer secuencias de acción que no van a ninguna parte y se vuelven enormemente rutinarias. A pesar de que hay algo de química entre la pequeña Maia Kealoha y Sydney Agudong, los actores del reparto funcionan solo como accesorios cosméticos para hacer que avance el argumento, quedando reducidos a un telón de fondo exótico que integra elementos tradicionales de la cultura hawaiana como una especie de decoración. Por lo menos, me resulta interesante la mezcla de secuencias animadas en CGI con acción real, y, de igual modo, encuentro que hay un trabajo eficaz en el diseño hiperrealista de Stitch. Todo lo demás, por desgracia, luce desequilibrado. Esta versión, en última instancia, oscila entre un humor infantil forzado y momentos dramáticos que disipan su escasa energía como las olas de la playa.



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Ficha técnica
Título original: Lilo & Stitch
Año: 2025
Duración: 1 hr. 48 min.
País: Estados Unidos
Director: Dean Fleischer-Camp
Guion: Chris Kekaniokalani Bright, Mike Van Waes
Música: Dan Romer
Fotografía: Nigel Bluck
Reparto: Maia Kealoha, Sydney Agudong, Zach Galifianakis, Billy Magnussen, Courtney B. Vance, Hannah Waddingham (voz), Tia Carrere
Calificación: 5/10
Rescate implacable

En Rescate implacable, David Ayer retorna al cine de acción, con la finalidad supongo, de colocar de nuevo a Jason Statham en el estereotipo habitual del hombre que por sí solo es una máquina de matar y necesita salir del retiro para aleccionar con plomo a los tipos malos, como sucede en la anterior colaboración de ambos que lleva el título de Beekeeper: sentencia de muerte. Las dos horas que paso viendo sus escenas me invitan a razonar los suficiente como para saber que, en cierta medida, no tengo problemas con ver a Statham repartiendo dosis de letalidad y conteo de cuerpos como un hombre trabajador, pero, la narrativa es demasiado anodina como para ser tomada en serio y, por lo regular, repite con gratuidad las fórmulas de acción, frecuentando a veces lugares comunes de esos que están adornados de facilismos. La trama parte de una premisa simple: Levon Cade, un exsoldado de élite que trabaja como obrero de la construcción y debe lidiar con la custodia legal de su hija pequeña, acepta recuperar a la hija de su jefe que es secuestrada por una red de traficantes de personas, tomando la justicia en sus manos como gesto de solidaridad porque se trata de gente muy cercana a él que lo rescataron cuando era un veterano desempleado. En términos generales, la narrativa se construye sobre las bases genéricas más habituales del cine de acción, donde el antihéroe con el pasado violento emplea todas las habilidades que tiene a su disposición para convertirse en un ejército de un solo hombre y matar a decenas de criminales con el fin de rescatar a la joven desaparecida. El arranque es funcional porque este argumento lo he visto cientos de veces y, entre otras cosas, me obliga a quedarme para saber, al menos, cómo el protagonista va resolver el conflicto. El problema fundamental, no obstante, es que el guion de Ayer y Sylvester Stallone no se toma la molestia de desarrollar a los personajes lejos de las descripciones artificiosas que justifican sus motivaciones y sus acciones se reducen, en general, a un abanico de situaciones previsibles que adivino hasta con los ojos vendados, sin detenerse a rellenar algunos huecos argumentales que se quedan irresolubles hasta el final de los créditos. De esta manera, simplemente permanezco anestesiado en mi asiento mientras miro la cacería del proletario con el pasado militar que usa todo un arsenal para liquidar brutalmente a los matones y rastrear la ubicación de la agresiva muchacha raptada; el melodrama familiar forzado del padre que busca obtener la custodia de su hija y visita a su amigo ciego para pedir asistencia antes de la operación de rescate; la presencia de los villanos estereotipados de la mafia rusa que carecen de amenaza real y se parecen más bien a caricaturas planas que funcionan como rellenos de último minuto. Las secuencias de acción, ensambladas sobre combates, persecuciones y tiroteos, me deja con la sensación de que reciclan clichés ochenteros sin aportar nada nuevo, además de que la trama sufre de una falta notable de impulso y cohesión. A pesar de todo, reconozco que Statham me resulta eficaz como héroe de acción porque interpreta otra vez, a sus 57 años, a un individuo inexpresivo y duro que demuestra su pericia física para las artes marciales al neutralizar las amenazas durante las balaceras y las peleas cuerpo a cuerpo. Este estereotipo, que Statham ha edificado a lo largo de su carrera, ha tenido algunos momentos emblemáticos con su actitud pragmática, pero aquí lo veo desperdiciado en un papel algo facilón que le pone limitaciones y no le suma complejidad a su carácter. Por desgracia, él solo no puede sostener una película de acción que se siente innecesariamente larga y, dicho sea de paso, no va a ninguna parte en medio del caos más genérico.



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Ficha técnica
Título original: A Working Man
Año: 2025
Duración: 1 hr. 56 min.
País: Estados Unidos
Director: David Ayer
Guion: Sylvester Stallone, David Ayer
Música: Jared Michael Fry
Fotografía: Shawn White
Reparto: Jason Statham, David Harbour, Michael Peña, Jason Flemyng, Arianna Rivas
Calificación: 6/10
Thunderbolts*

En Thunderbolts*, me encuentro con una película de Marvel que busca poner sobre el mapa a esos antihéroes menos conocidos de su catálogo que consiste en un grupo de villanos reformados que se pasan al lado de los buenos, que trata de venderse como una respuesta diferente a lo que había hecho su competencia directa. Pero lo que veo en unas dos horas, por desgracia, no me causa frío ni calor. A pesar de que aborda tópicos maduros raramente encontrados en el UCM como la depresión, la culpa y las inseguridades, su narrativa me parece algo predecible y, a menudo, la falta de gancho arroja al vacío a su grupo de antihéroes renombrados como Los Nuevos Vengadores para justificar la campaña de mercadeo. Su argumento sigue Yelena Belova, Bucky Barnes, Red Guardian, Ghost y John Walker (U.S. Agent), un grupo de supervillanos que son reclutados por el gobierno para hacer las misiones sucias, pero que después de verse traicionados por la directora de inteligencia estadounidense Valentina Allegra de Fontaine (que busca atar cabos sueltos), ponen a prueba sus habilidades cuando se ven en la difícil tarea de aprender a trabajar en equipo y de olvidar el pasado que les impide avanzar con la finalidad de enfrentarse a la amenaza de Bob Reynolds, un individuo con superpoderes que sufre de amnesia y que resulta ser producto de un experimento científico conocido como Sentry, que se cree que es más fuerte que todos los Vengadores juntos y tiene un lado oscuro que atrapa a la gente en dimensiones basadas en sus peores recuerdos. En general, la narrativa de este grupo de antihéroes tiene un arranque que me llama la atención por la forma en que se colocan algunas escenas retrospectivas que funcionan, dicho sea de paso, para añadirle alguna que otra capa de desarrollo a las motivaciones de los personajes que explica, en más de una ocasión, las razones por las que todos comparten el abismo de sufrimiento por las decisiones del paso y el arrepentimiento que los condujo al camino del mal. El problema que hallo con su narrativa, no obstante, es que las acciones de los personajes permanecen estacionadas en una serie de situaciones superficiales que se reducen, en mayor o menor medida, a diálogos inanes a puerta cerrada y a combates predecibles a la hora pautada, bajo una cuota de circularidad que le pasa factura al conflicto central con las fórmulas básicas del UCM y la malevolencia de una villana estereotipada que luce como un intento políticamente correcto de aprovechar las características de Val de los cómics para parodiar la imagen de Tulsi Gabbard por cuestiones más que obvias. Hay peleas cuerpo a cuerpo, tiroteos y caos de proporciones apocalípticas en la ciudad de Nueva York, pero todo se resuelve sobre la base de facilismos y clichés de manual. El humor blando tampoco me alcanza. Por lo menos, el reparto posee química cuando son mostrados en ciertas escenas sobre la dinámica grupal, destacándose ante todo Florence Pugh como la mercenaria rubia de pocas palabras que sufre una crisis depresiva y demuestra sus pericias físicas para el combate con los enemigos. Lewis Pullman también tiene unos cuantos momentos como el sujeto de psique atormentada que lucha contra los demonios internos del abuso paternal y de las drogas y que es, de hecho, una de las entidades más poderosas de todo el canon de Marvel en su faceta doble de Sentry y Void (Dark Sentry). Con todos ellos, Jake Schreier intenta ofrecer un cortocircuito de todo lo que se ha visto en Marvel hasta ahora, pero, desafortunadamente, su apuesta por introducir a estos Nuevos Vengadores frecuenta lugares comunes sin añadir sorpresas y casi no tiene pujanza emocional más allá de la última escena poscrédito. Me atrevo a decir, sin temor a equivocarme, que su película cierra la fase 5 del UCM con una nota bastante regular.



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Ficha técnica
Título original: Thunderbolts*
Año: 2025
Duración: 2 hr. 07 min.
País: Estados Unidos
Director: Jake Schreier
Guion: Eric Pearson, Joanna Calo
Música: Son Lux
Fotografía: Andrew Droz Palermo
Reparto: Florence Pugh, David Harbour, Sebastian Stan, Hannah John-Kamen, Wyatt Russell, Lewis Pullman, Julia Louis-Dreyfus, Geraldine Viswanathan, Olga Kurylenko
Calificación: 6/10


En esta nueva entrega de Misión: imposible, Tom Cruise se despide en lo que posiblemente sea el capítulo final de la saga de acción que inició el 22 de mayo de 1996.



Misión: Imposible – La Sentencia Final


Las películas de Misión: Imposible, a lo largo de los años, me han entretenido en un par de ocasiones porque se construyen sobre una fórmula genérica que resulta simple: el agente Ethan Hunt, interpretado por Tom Cruise, acepta una misión de la FMI que, en apariencia, es “imposible” antes de que el mensaje se autodestruya en cinco segundos, donde el MacGuffin de la operación funciona como un catalizador para impulsar la trama y ver cómo él, como héroe, resuelve los conflictos que surgen por el villano megalómano de turno que debe combatir, habitualmente asistido con un grupo de especialistas que intervienen en distintas disciplinas de espionaje. Esto ha sido así desde aquel estreno que supuso la primera película el 22 de mayo de 1996. La entrada para ir al cine a verlas se justifica para ver a Cruise corriendo con urgencia por las calles, escalando el edificio más alto del mundo, exponiendo su cuerpo a peligros extremos, colgando en la puerta de aviones, conduciendo motos en persecuciones frenéticas, ejecutando saltos HALO, lanzándose en motocicleta por un acantilado, recuperando objetos valiosos para impedir el fin del mundo. Y nadie lo hace mejor que él, porque, en efecto, es el último héroe de acción de Hollywood, uno que tiene como hobby desafiar a la muerte cuando asume sus propias escenas de riesgo.


En Misión: Imposible – La Sentencia Final, el director Christopher McQuarrie rastrea esta fórmula establecida justo como lo ha hecho en Misión imposible: nación secreta (2015), Misión imposible: repercusión (2018) y Misión imposible: sentencia mortal (2023), dejando que Cruise haga todo tipo de maniobras arriesgadas para que el asunto nunca deje se ofrecer algo novedoso. Las casi tres horas que dura me invitan a razonar lo suficiente como para saber que, en sus mejores momentos, es una secuela entretenida que entrega secuencias de acción trepidantes y, además, supone un final adecuado para el legado de Cruise como Ethan Hunt que empezó hace tres décadas atrás. Su ritmo mantiene un grado notable de consistencia narrativa para cohesionar la aventura final de Hunt.



Misión: Imposible – La Sentencia Final


La trama, situada poco después de la predecesora, presenta a Ethan Hunt (Tom Cruise) en una misión a contrarreloj en la que busca al ciberterrorista Gabriel (Esai Morales) con la finalidad de detener a la superinteligencia artificial conocida como “La Entidad” y evitar un apocalipsis nuclear programado por ella para que las naciones del mundo se destruyan entre sí, mientras recibe la ayuda habitual de los otros agentes de la FMI (Fuerza Misión Imposible), entre los que se encuentran el técnico Benji Dunn (Simon Pegg), el hacker Luther Stickell (Ving Rhames) y los nuevos reclutas, la asesina Paris (Pom Klementieff), el agente Theo Degas (Greg Tarzan Davis) y la ladrona Grace (Hayley Atwell). El hilo conductor establece el conflicto principal sobre el MacGuffin de “La Entidad” y los dispositivos necesarios para apagarla, en tres actos en los que Hunt y su equipo se enfrentan a un enemigo invisible que está en todas partes desde el ciberespacio.



Tom Cruise y Esai Morales. Fotograma de Paramount.


En la primera mitad, se muestran unos cuantos tiroteos, persecuciones y combates cuerpo a cuerpo, pero, mayormente, hay una serie de diálogos expositivos que tienden a sobreexplicar el barullo más de lo necesario cuando Hunt, luego de ser capturado y de escapar de Gabriel, intenta recuperar el módulo central que le puede dar el control del código fuente de La Entidad, mientras discute con los altos mandos del gobierno estadounidense para convencerlos de que puede frenar la llave maestra la catástrofe que se avecina y envía a su cuadrilla por separado a la isla de San Mateo, en el mar de Bering, para rastrear las coordenadas del submarino hundido bautizado con el nombre de Sebastopol, poco antes de recibir la noticia de que Gabriel se ha robado un malware (Píldora Venenosa) diseñado específicamente por Luther para infectar el sistema de la IA renegada que controla a nivel global los sistemas nucleares de las superpotencias.



En la segunda mitad, en cambio, se intensifica la cuota de suspenso desde las escenas en que Hunt se une a un portaaviones estadounidense en el Océano Pacífico Norte para bucear hacia los restos del Sebastopol y recobrar el código fuente, antes de revelar que su plan maestro es cargar el virus sobre La Entidad en una unidad física que la mantenga aislada del mundo exterior, aunque, más adelante, debe viajar al búnker sudafricano en el que se hallan los servidores de la IA y la Píldora Venenosa en manos de Gabriel para iniciar las negociaciones (se entiende que Hunt tiene el código fuente y Gabriel, por el contrario, tiene el dispositivo viral que detiene a La Entidad).



Pom Klementieff, Greg Tarzan Davis, Tom Cruise, Simon Pegg, Hayley Atwell.


En términos generales, la narrativa me parece atrapante porque, entre otras cosas, profundiza en la premisa de la inteligencia artificial descontrolada que amenaza con dominar el mundo al manipular información, presentando a La Entidad como una fuerza casi mitológica que desafía a Hunt y su conjunto hasta atraparlos en serios dilemas éticos que los obliga a cuestionar sus métodos y valores. También aborda temas como el sacrificio y la redención, con Ethan enfrentándose a las consecuencias de sus elecciones pasadas mientras lucha por salvar el futuro. Cuando esto sucede me olvido de los clichés porque los estereotipos están colocados con sutileza y las acciones de los personajes responden, a menudo, a las decisiones éticas en tiempos de guerra.


Además, su guion teje un tapiz que conecta las ocho películas de la saga, utilizando el leitmotiv de “nuestras vidas son la suma de nuestras elecciones” para explorar la travesía de Hunt durante todos estos años. Su capacidad para cerrar una era sin caer en la nostalgia fácil es de agradecer porque cada referencia a las películas anteriores se siente orgánica, sirviendo para enriquecer la historia en lugar de depender de ella. Este enfoque retrospectivo no solo homenajea toda la franquicia, sino que también dota a la película de una profundidad emocional que es rara en el thriller de acción de la actualidad.


Tom Cruise


Un aspecto destacado de Sentencia Final es su comentario sobre las contingencias de la inteligencia artificial y el globalismo. La Entidad, entendida como una IA capaz de distorsionar información y sabotear el poder, metaforiza los temores contemporáneos sobre la tecnología desenfrenada que puede socavar la confianza en instituciones y controlar el relato de la posverdad. Más allá de esto, la película insinúa una alegoría incluso más profunda: La Entidad simboliza el avance del globalismo, una ideología que, al homogeneizar la política y la cultura, puede dividir el tejido social y erosionar la soberanía de los Estados nacionales. Esta síntesis discursiva es bastante sutil y especialmente insólita (considerando que se trata de la película producida en una industria como Hollywood, que está controlada por globalistas) porque resuena en un mundo actual donde las tensiones entre los soberanistas y los globalistas son cada vez más evidentes, haciendo de la película, desde la superficie, un thriller con cierta relevancia sociopolítica.


Tom Cruise


Lo más interesante, quizás, es que Cruise, a sus 62 años, todavía es el corazón de la saga. Su interpretación como Hunt demuestra que, para él, la edad no es un factor que ponga barreras en el cine de acción, realizando personalmente acrobacias de alto riesgo que desafían los límites humanos, como colgarse de un biplano a 3000 metros de altura y una intensa secuencia submarina con riesgo de hipoxia en aguas heladas. En algunas escenas también presenta peleas cuerpo a cuerpo, saltos acrobáticos en paracaídas, carreras a pie por las calles nocturnas y sitios subterráneos. Su compromiso con el entrenamiento riguroso y la ejecución de escenas sin dobles, combinando efectos prácticos con una condición física impecable, consolida su reputación como un ícono de acción, destacando en un contexto apocalíptico donde la exigencia física y mental es máxima. A todo esto se añade la vulnerabilidad emocional cuando interpreta a Ethan como un héroe honesto, determinado, que se sacrifica por sus amigos incluso en los instantes de peligro incalculable. El reparto secundario que le acompaña es decente demostrando las pericias físicas de los personajes cuando tienen apariciones breves que complementan el curso de los eventos y aportan algo de frescura, con un par de diálogos de una línea que equilibran la tensión con momentos de humor y camaradería en medio de las peleas y los tiroteos.



Tom Cruise


Como la octava y posiblemente última de la saga de Ethan Hunt, esta película es para mí, al menos, un cierre espectacular y conmovedor de una de las franquicias de acción más influyentes. Las secuencias de acción llevan el sello distintivo de la fórmula, y se sienten emocionantes porque combinan efectos prácticos con un uso acertado del CGI, creando momentos que amplifican el suspenso por la manera eficaz en que McQuarrie utiliza elementos estéticos como el desencuadre, la elipsis, los flashbacks, la prolepsis, la iluminación, el encuadre móvil y un montón de planos meticulosamente encuadrados en materia compositiva, fruto de una correcta fotografía de Fraser Taggart. Desde persecuciones urbanas en Londres hasta acrobacias en locaciones exóticas como Sudáfrica, cada escena está diseñada para maximizar la experiencia en pantalla grande. De igual modo, la banda sonora de Lorne Balfe, que reinterpreta el icónico tema de Lalo Schifrin, impulsa la narrativa con una energía palpitante. Me despido de ella pensando en aquellos días en que tenía 10 años y veía a Tom Cruise corriendo en las películas. Ahora que tengo casi 40, Tom Cruise sigue corriendo en las películas como si no hubiera un mañana para él. Es el mejor héroe de acción y verlo entregar todo a sus casi 63 años es una recompensa valiosa por casi tres décadas de lealtad.



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Ficha técnica
Título original: Mission: Impossible - The Final Reckoning
Año: 2025
Duración: 2 hr. 49 min.
País: Estados Unidos
Director: Christopher McQuarrie
Guion: Christopher McQuarrie, Bruce Geller, Erik Jendresen
Música: Lorne Balfe, Max Aruj, Alfie Godfrey
Fotografía: Fraser Taggart
Reparto: Tom Cruise, Hayley Atwell, Ving Rhames, Simon Pegg, Esai Morales, Pom Klementieff
Calificación: 7/10

Tráiler de Misión: Imposible – La Sentencia Final



La noche de 12 años

Luego de la muerte reciente del antiguo terrorista, exguerrillero y expresidente uruguayo José "Pepe" Mujica, accedo al visionado de una película titulada La noche de 12 años. La dirige el director uruguayo Álvaro Brechner y se basa, en gran medida, en la experiencia de tres presos políticos tupamaros entre los que, además de Mujica, también se encontraban Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro. En sus dos horas, deduzco que es un drama carcelario que logra captar el aislamiento y la brutalidad carcelaria, pero, por desgracia, su narrativa se me hace convencional y algo reiterativa cuando frecuenta lugares comunes para colgar su comentario político de carácter maniqueo, donde me asalta la sensación de que solo me están contando un costado de la historia. Su argumento se sitúa a partir de 1973, en el contexto histórico donde Uruguay se encontraba gobernado por una dictadura militar que erosionó la democracia. La trama sigue a los tres hombres cuando son retenidos como prisioneros en una prisión estatal, mostrando los días en que son torturados repetidamente por los guardias y sufren en silencio la agonía derivada de los daños psicológicos, durante doce años en los que son reubicados en distintas bases militares. En este sentido, la narrativa me parece aceptable porque se arregla sobre los parámetros habituales del cine carcelario al narrar el calvario psicológico y el desgaste físico de los tres presidiarios cuando son fustigados por los militares, con los típicos intertítulos que arrojan una idea del paso de los años. Se muestran, entre otras cosas, las escenas retrospectivas que reconstruyen el pasado de cada uno de ellos; las condiciones sanitarias deplorables de las prisiones y los abusos de los militares; los días de psicosis de Pepe que se amplifican cuando es encerrado en una celda aislada, tiene alucinaciones sobre su madre y rememora el incidente del bar en el que mata de un disparo a un policía. El problema fundamental, no obstante, es que adolece de una falta de desarrollo de personajes que limita el impacto narrativo cuando sus acciones se reducen, por lo regular, a un abanico de situaciones previsibles que le quita complejidad a los conflictos internos y a las motivaciones repetidas que piden a gritos que se derrame alguna lágrima por los supuestos mártires encarcelados, quedando a menudo en una zona de confort en la que apenas se exploran más allá de las descripciones superfluas de sufrimiento físico y psicológico. Los diálogos tienen vocación por la inanidad. La circularidad del asunto se repite inutilmente, bajo cierto patetismo, para mostrar a los personajes más bien como símbolos de resistencia banales que responden a un discurso sociopolítico sobre la condición humana, entendido como el dolor de tres hombres que resisten el castigo de militares violentos para justificar su presunta lucha revolucionaria que se oculta fuera de campo. Sin embargo, el horizonte ideológico de esta síntesis discursiva es rudimentario porque, dicho sea de paso, Brechner solo se preocupa por la denuncia política y, en efecto, prefiere prescindir del rol protagónico de los tres convictos en la ola de secuestros, robos, atentados y violencia que ocasionaron como miembros de la guerrilla izquierdista del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Su texto inofensivo pierde credibilidad cuando señala con tinta moral a los "malos" y beatifica a los "buenos". Por lo menos, me resulta creíble la actuación de Antonio de la Torre cuando comunica las penurias del preso Mujica con el silencio, la mirada y los gestos. También alcanzo a valorar algunos elementos estéticos que aportan consistencia visual a las cárceles herméticas a través de la elipsis, el vestuario, el maquillaje, los decorados, la iluminación, la analepsis, el montaje paralelo, el plano simbólico y el uso del sonido diegético. Con estos elementos se pretende aunar en la profundidad psicológica y el drama de los personajes, pero quedan solo como accesorios cosméticos. Todo lo demás, en su afán cansino de reiterar las obviedades, me parece haberlo visto en otras partes con mejores resultados.



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Ficha técnica
Título original: La noche de 12 años
Año: 2018
Duración: 2 hr. 02 min.
País: Uruguay
Director: Álvaro Brechner
Guion: Álvaro Brechner
Música: Federico Jusid
Fotografía: Carlos Catalán
Reparto: Antonio de la Torre, Chino Darín, Alfonso Tort, César Troncoso, Soledad Villamil
Calificación: 6/10
Operación Avalancha

Operación Avalancha es una película de Matt Johnson que intenta abordar, en clave paródica, aquella teoría conspirativa, ampliamente difundida, sobre la idea de que el hombre nunca pisó la Luna porque, entre otras cosas, el famoso alunizaje de la misión Apolo 11 en 1969 fue una falsificación montada por la NASA en un plató ultrasecreto con el único propósito de ganar la carrera espacial frente a la Unión Soviética. Su estilo de falso documental tiene algunos momentos que evocan, en tono paródico, el sentido de paranoia y conspiración propio de los años 60, pero, en general, su trama sobre el alunizaje falsificado a veces resulta rutinaria y demasiado circunstancial, sobre todo cuando se pierde entre filmaciones parpadeantes y personajes superficiales que apenas rellenan una casilla de descripción. El argumento se ambienta en 1967 y sigue a Matt Johnson, un agente de la CIA que convence a sus superiores para infiltrarse en la NASA, haciéndose pasar como director de un documental sobre la misión Apolo 11, con la finalidad de descubrir a un topo soviético dentro de la organización, pero cuyo esfuerzo de espionaje, junto a sus colegas infiltrados, se pone cuesta abajo cuando descubre, por el teléfono intervenido de James Webb, que el módulo de alunizaje no puede estacionarse en la Luna y la NASA lo mantiene en secreto. En términos generales, la narrativa se sostiene sobre una base novedosa que mezcla la comedia absurda y el thriller conspirativo con los códigos del falso documental de material encontrado, en el que los personajes actúan como reporteros que cubren los acontecimientos en tiempo real mientras los camarógrafos filman obsesivamente cada una de las escenas de los lugares que visitan. El problema de esta premisa, incluso con su arranque interesante, es que pierde fuerza porque los personajes carecen de desarrollo y, a menudo, frecuentan lugares comunes que reducen el conflicto a una rutina de situaciones previsibles, en la que se revela poca cosa lejos de los diálogos a puerta cerrada y las referencias culturales. De esta forma, me quedo simplemente anestesiado por la tarea de los agentes para encubrir la incapacidad del módulo de aterrizaje sobre una simulación del alunizaje en los interiores de un escenario; la investigación de Johnson para robarse la técnica de proyección en pantalla frontal que utiliza Stanley Kubrick en el set de 2001: Odisea del espacio; las discusiones de los agentes para hacer que los videos falsos del alunizaje se vean convincentes para el público; la paranoia de los agentes cuando son vigilados de cerca por hombres misteriosos de la CIA que planean eliminarlos para atar cabos sueltos. A partir de la segunda mitad, se empieza a notar la falta de ritmo porque los personajes, en más de una ocasión, hablan más de lo necesario dentro de sus motivaciones absurdas. Al menos me resulta algo convincente la actuación Johnson, quien interpreta a una versión ficticia de sí mismo y usa correctamente su registro expresivo para comunicar la misión absurda de un espía gubernamental que, sin saberlo, se convierte en conejillo de indias de la CIA para falsificar el alunizaje. De igual modo, Johnson se ocupa de ejercer las funciones de director a través de elementos estéticos que le otorgan consistencia visual a las escenas con el uso del plano subjetivo, el sobreencuadre, el vestuario de época, la decoración de los escenarios, el encuadre móvil de una cámara en mano y, ante todo, el estilo de falso documental que tiene el aspecto de un material encontrado de los años 60, alcanzando su punto más ambicioso en las breves escenas que recrean el alunizaje con los trajes de astronauta, la arena gris, la bandera y el módulo lunar. Nada de esto evita que su propuesta, vista como un experimento de metacine, termine siendo regular y un poco aburrida cuando suben los créditos con la canción "Fortune Son" de Creedence Clearwater Revival.



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Ficha técnica
Título original: Operation Avalanche
Año: 2016
Duración: 1 hr. 34 min.
País: Estados Unidos
Director: Matt Johnson
Guion: Josh Boles, Matt Johnson
Música: Jay McCarrol
Fotografía: Andrew Appelle
Reparto: Matt Johnson, Sharon Belle, Josh Boles
Calificación: 6/10

En este encuentro, Tom Cruise sostiene una conversación interesante en BFI sobre su trayectoria como actor.



Tom Cruise



Tom Cruise, actor y productor de Hollywood, recibió la Beca BFI, el mayor honor del BFI, y visitó el BFI Southbank para conversar con Edith Bowman sobre su carrera.


El actor reflexionó sobre su trayectoria, que incluye películas icónicas como Top Gun, Jerry Maguire y la saga Misión: Imposible, compartiendo experiencias y su enfoque para crear cine impactante en una clase magistral.