Un drama de 1950 centrada en la relación entre un intelectual carismático conocido como "el Maestro", cuya organización religiosa comienza a hacerse popular en los Estados Unidos, y un joven vagabundo que se convierte en su mano derecha.
País: Estados Unidos
Director: Paul Thomas Anderson
Guion: Paul Thomas Anderson
Reparto: Philip Seymour Hoffman, Joaquin Phoenix, Amy Adams
Crítica de la película
Cuando veo a Freddie Quell, el protagonista de la película The Master, me convierto en el testigo de una figura que intenta romper las ataduras sociales de la posmodernidad. Alguien que quiere ser un espíritu libre. Un extranjero. Su historia me cautiva hasta el punto de verme identificado. Como individuo observo que es una persona solitaria, alguien que se une a una organización religiosa con el fin de olvidar el pasado traumático y los horrores de la guerra, y que, en el fondo solo busca llenar un vacío afectivo. Me contagia su patetismo, su temperamento, sus apetencias de individualismo. Su humanidad soterrada habla sobre todos nosotros, sobre personas errantes que no pueden escapar de las estructuras jerárquicas impuestas por la sociedad. Lo ha creado Paul Thomas Anderson. Y me doy cuenta al instante que es uno de los personajes más complejos que ha construido jamás.
En cada plano de esta película de Anderson visualizo una vanguardia que resucita mi fe por el cine. Su lenguaje visual es prodigioso. Está rodada en 65mm con la lente de Mihai Malaimare. Me hipnotiza cuando construye la esperpéntica travesía de Freddie Quell o la belleza sublime que supone la cotidianidad norteamericana de los años 50, donde la gente disfruta tomarse fotografías en un estudio correctamente iluminado, fumar cajetillas de cigarrillos marca Kools, tomar alcohol extraído del combustible de torpedos navales, dejarse seducir por las palabrerías de un líder carismático, o conducir motocicletas por el desierto a toda velocidad para buscar a un ser amado que no le corresponde. Disfruto asimismo de formidables interpretaciones de Philip Seymour Hoffman, Joaquin Phoenix y Amy Adams. Estos tremendos actores interpretan a unos personajes torturados que, francamente, se encuentran contenidos en una burbuja de adoctrinamiento que falsifica la felicidad y hasta la manera en que se conocen y perciben el mundo. Y sigo su itinerario para ver en qué termina la baraúnda del mesías y su mano derecha.
La historia de la película nos narra las desventuras de Freddie Quell (Joaquin Phoenix), que después de regresar la Segunda Guerra Mundial padece un desorden postraumático que lo mantiene como indigente, atado a serios problemas de actitud y de alcoholismo, buscando un propósito que suplante su vacío existencial y errando por las calles intentando adaptarse a una sociedad a la que no pertenece. Algunas veces es fotógrafo y un seductor con un apetito sexual retorcido, y otras veces es un buscapleitos enamorado de la violencia. También parece gozar envenenando a todo borracho que le recuerde a su padre. Pero es alguien despedazado psicológicamente por un pasado agridulce. Se nos revela que su padre era un alcohólico que abusaba de él como pudiese, su madre era una esquizofrénica a la que internaron en un manicomio y que con su tía sostuvo relaciones incestuosas unas tres veces. Es un tipo totalmente resquebrajado.
La suerte de Quell, no obstante, cambia cuando andando ebrio por un muelle termina en la fiesta de un barco con gente muy rara, en la que conoce a un intelectual que se llama Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), señor que al que le cae muy bien y lo toma como su discípulo para enseñarle los métodos de «La Causa», una organización religiosa de la cual también es el cabecilla. En esta secta religiosa vemos los rituales de los que Quell es testigo, pero también la sofisticada metodología, el panfleto, las diatribas del carismático Dodd cuando divulga sus doctrinas como un capellán del mercadeo, empeñado junto a su manipuladora esposa, Peggy Dodd (Amy Adams), en reunir la mayor cantidad de adeptos posible para que la logia comience a echar frutos con la terapia de hipnotismo, reencarnación y todo lo que tenga que ver con viajar en el tiempo a través de los recuerdos del paciente.
La amplia psicología de los personajes principales es el pilar que sostiene la película. Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman ofrecen una clase maestra de actuación. Y me creo todo lo que hacen y dicen en cualquier escena. Phoenix, nos entrega la mejor de toda su carrera, confiriendo cierto magnetismo a la manera tan gesticulosa e histriónica en que interpreta a Freddie Quell, dotándolo de rasgos tan notorios como la forma de caminar jorobada y un rostro que tiende a hacer muecas con la boca a la hora de hablar. Y lleva el desquicio del personaje hasta lo extremos, como en la escena en que deja de parpadear durante varios minutos, o en otras en las que arremete violentamente contra alguien. Hoffman, por su parte, nos regala un Lacanster Dodd al que es imposible quitarle la mirada de encima, del que me quedo embelesado con su prestigiosa retórica, un hombre impasible y que también es un volcán a punto de hacer erupción cuando teme equivocarse. Sus tienen suficiente profundidad psicológica como para escribir cientos de manuales de actuación. Cada vez que dialogan, mis sentidos se ennoblecen.
Con la crónica de Freddie Quell y de Lancaster Dodd, Anderson plantea un tratado muy filosófico sobre la soledad, el individualismo, la libertad y las estructuras de autoridad que esclavizan al individuo posmoderno, desde el punto de vista de un hombre solitario que solo codicia un poco de afecto en su vida maldita. En pocas palabras, habla sobre la dialéctica del maestro y el discípulo. Quell se une a la cofradía de La Causa porque, además de que le han dado ropa, comida y alcohol gratuito, ve en la figura de Dodd al padre que nunca tuvo. Recurre a sus enseñanzas para aprender a controlar sus emociones y deshacer los pensamientos que lo mantienen amarrado al pasado. Dodd, en cambio, utiliza a Quell como conejillo de indias para curar sus males y probar que los supuestos métodos de su comunidad funcionan, pero en el trayecto también ve en él al mejor amigo que necesita para fortalecer su ideología. Cuando abandona la institución, Quell traiciona la lealtad de su amo, Dodd, para liberarse de las garras del poder y ser el dueño de sí mismo, confirmando que, irónicamente, cualquiera puede ser el maestro de su propio destino.
Anderson, realizador de joyas tan memorables como Boogie Nights, There Will Be Blood y Magnolia, ha basado esta película en los orígenes de La Cienciología y el fundador de esa iglesia, Ron L. Hubbard y en algunas anécdotas biográficas de John Steinbeck. El resultado se deja ver desde el primer fotograma. Los diálogos tienen vocación por las letras filosóficas. Presenta una sociedad en la que las personas más alienadas dependen de la mano de alguien para poder adaptarse al fin que justifica los medios. El eterno conflicto humano entre el amo y el feligrés, simbolizado con un hombre ordinario. Es una obra contemplativa, insólita, hipnótica, de gran proeza estética. Las actuaciones son magistrales. No hay ni una sola escena que no sea pujante. Cuando me sumerjo en sus personajes y en las bellísimas panorámicas, me siento renovado, soy partícipe de una de las películas más extraordinarias que ha realizado. La obra maestra de un maestro.
9/10
PIG FUCK!!!
ResponderBorrarIf, if you already know the answers to your questions, then why ask?
ResponderBorrarPero si la peli es una puta mierda, no hay por donde cogerla, no aporta nada interesante, es un total aburrimiento, y no evoluciona hacia nada.
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