Crítica de la película
Desde el momento en que Amy Elliot-Dunne (Rosamund Pike) desaparece y su marido, Nick Dunne (Ben Affleck), es el sospechoso número uno de su desvanecimiento, nos damos cuenta de que Gone Girl es un thriller psicológico en el cual el matrimonio es un juego endiablado de psicópatas. Y es un juego diabólico que David Fincher (Se7en, The Girl With The Dragon Tattoo) domina para despertar el interés del espectador con un estilismo inquietante que pondría a dudar a cualquier persona que haya confiado en su cónyuge durante varios años. La especificidad, el uso del lenguaje con el narra esta película, nos ha dejado estremecido, se pasea por el drama psicológico, en un perturbador ejercicio de suspenso que expone la violencia de la cotidianidad, pero diseccionando los mitos del matrimonio y criticando la hipocresía de la sociedad.
La película, adaptada de la novela best-seller de Gillian Flynn, quien también ha tenido la tarea de escribir el guion, comienza bajo una atmósfera de ansiedad que cuestiona lo que ha sucedido con la relación de los personajes principales, quienes han sido victimados por las mentiras que adornan su matrimonio. Como thriller de misterio es un filme del que Alfred Hitchcock estaría contento de ver, principalmente porque brinda una visión inusual del matrimonio con la retorcida historia de Nick y Amy Dunne. Sus vidas, bien pueden ser parábolas de las fricciones que afectan a los matrimonios: los celos, las infidelidades, la desconfianza, el desamor, esas cosas a la que las parejas se enfrentan de vez en cuando.
Nick y Amy son una pareja de escritores que viven la decadencia rutinaria del matrimonio. Se conocieron de una forma fugaz, idílica, pero con el paso de los años la rutina ha debilitado su matrimonio. El día de su quinto aniversario de bodas, Nick encuentra que su esposa ha desaparecido misteriosamente. Entonces llama a la policía. La policía halla sangre en la casa. Luego piensan en secuestro, en homicidio. Las pistas y los rastros de violencia en la casa detonan la investigación. Todo el mundo la busca. Y la paranoia de los vecinos hace que los policías y los medios de comunicación aplasten la imagen de Nick para comenzar las sospechas de que ha asesinado a su esposa.
Estos son personajes de mentes rotas, de pasados borrosos, algo a lo que, aparentemente, Fincher está acostumbrado a dirigir desde el ángulo de la perversidad. Nick, estupendamente interpretado por Ben Affleck, es el arquetipo de un sociópata que se escuda tras la exculpación; el hombre que tira la piedra para esconder la mano; el impasible que adorna su insólita inocencia con la frivolidad y la displicencia para que uno se cuestione quién es en realidad. Su ambigüedad moral lo convierte, al mismo tiempo, en víctima y en rufián. Algo semejante sucede con la asombrosa Amy (la actuación más compleja en la carrera de Rosamund Pike), una mujer de personalidad enrevesada, ciclotímica, que recurre a métodos inicuos para apaciguar su necesidad de codependencia, es la víctima que pueda engañar a quien sea con la blancura de su sonrisa y la ternura de su mirada. La psicología de estos protagonistas es un enigma perdido que solo apunta al ardid de las apariencias, son víctimas de las fachadas y del autoengaño, las falsedades son las únicas verdades detrás de los secretos que esconden.
Con esta película, Fincher recurre al formalismo del género del suspenso para cuidar los giros de la trama, impidiendo que cualquier revelación sea predecible. Rompe códigos, suelta trampas. Los diálogos fluyen con espontaneidad, pero, sobre todo, despiertan ironías. Le otorga cabida y desarrollo a cada personaje. Y, aunque la estructura es anacrónica, narrada con una voz en off y proyectada con algunos flashbacks, la película se fracciona en dos perspectivas (la del hombre y la de la mujer) que nos pone a pensar en cuál de las dos versiones es la verdadera. En la historia predomina, mayormente, la narración de Nick, por lo tanto, es posible que la narrativa explícita del mundo que ocupan (la realidad diegética) sea solo una farsa que oculta la veracidad que se halla en el pasado, una visión pasajera de lo que él piensa de su esposa en el presente.
Para construir el siniestro entorno, Fincher se apoya de los colaboradores de siempre: las atmósferas recónditas compuestas por la lente de Jeff Cronenweth, la coherencia del montaje invertido de Kirk Baxter y la música estridente de Trent Reznor y Atticus Ross, los sospechosos usuales de los escalofríos sonoros. También aprovecha lo mejor del melodrama, del thriller psicológico y de la mesura satírica, especialmente la del cinismo de los medios de comunicación, la del sistema judicial, la de las ideologías feministas, la de la misoginia y la de las relaciones humanas cuando se ven afectadas por la recesión económica. Es una película soberbia, inteligente, provocativa, una que muestra la otra cara del matrimonio, ésa que se oculta entre las sombras de la ignominia.
Duración: 2 hr. 25 min.
País: Estados Unidos
Director: David Fincher
Guion: Gillian Flynn
Reparto: Ben Affleck, Rosamund Pike, Tyler Perry, Carrie Coon, Neil Patrick Harris
8/10
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