Crítica de la película 'Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia)'

Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia)

Un actor fracasado que alguna vez interpretó un superhéroe icónico debe vencer su ego y sus problemas familiares, mientras se monta una obra de Broadway, en un intento de recuperar su gloria pasada.

Crítica de la película 


A lo largo de varios años, el arte cinematográfico se ha visto en el ojo del huracán, en la mirada formalista de unos cineastas que han logrado la hazaña de rodar una película en una sola toma, retando los convencionalismos experimentales y los riesgos logísticos que supone filmar una película sin ningún tipo de cortes. Por la destreza que esto conjetura, he quedado maravillado con películas que han logrado rodarse en una toma, como la maravillosa La soga (Hitchcock, 1948), que, aunque se rodó en diez tomas, el montaje se encarga de disminuir los cortes con enlaces de transición tan bien disimulados que se hace difícil distinguirlos; y, también, El arca rusa (Sokurov, 2002), una prodigiosa obra que sí logro rodarse en su totalidad una sola toma con una cámara de alta definición (HD). 

De estas dos películas, La soga, es la que más se asemeja a Birdman, una magnífica película de la que puedo decir, con firmeza y sin temor a equivocarme, que es una de las mejores películas del director Alejandro González Iñárritu (Amores Perros, 21 Grams, Babel), y no por ser un experimento arriesgado que la disfraza como un solo plano secuencia, tal como lo hizo Hitchcock con la película citada, sino, más bien, por resucitar de las cenizas a Michael Keaton, quien con una actuación brillante la eleva hacia la blancura del cielo del cine para salirse con la suya. Estos dos componentes esenciales me han cautivado las dos veces que he podido apreciarla.
 
Lo irónico del caso es que Keaton había desaparecido del mapa de Hollywood debido a una carrera que lo dejó atrapado en el olvido de Batman. Ya nadie lo recordaba. Ese actor que interpretaba a un superhéroe, recaudaba millonadas y cayó en el abismo de la fama, es exactamente lo que él interpreta aquí, un paralelismo fascinante. O sea, la vida menguada de Riggan Thomson (Michael Keaton) es un espejo del mismo Keaton. A Thomson le ha pasado, irónicamente, lo mismo que a Keaton: simplemente “no existía”, puesto que antes de ser actor en decadencia, era Birdman (hombre pájaro), un superhéroe que era muy afamado e idolatrado por miles seguidores con sus películas comerciales. Sin embargo, ahora el paso del tiempo lo ha dejado inadaptado ante el cambio. Los achaques y el fracaso estrujan su vida y el ego es el inseparable amigo que le recuerda ante el espejo todos los fracasos de su trágico declive. Como piensa que nadie lo toma en serio como actor, lo único que le queda es escribir, dirigir y protagonizar una obra en Broadway, en un intento por recuperar la gloria que una vez tuvo. Pero cuando se aparece Mike Shiner (Edward Norton), un actor arrogante con el tamaño del abultado ego de Riggan, surge una confrontación inevitable que lo pone a cuestionarse si vale la pena hacer la obra para resucitar su carrera.
 
Los personajes de esta película parecen estar aprisionados dentro del cinismo de su propia algarabía, y la química del reparto encabezado por Naomi Watts, Emma Stone, Zach Galifianakis y Andrea Riseborough, no concibe ningún fallo al exponer, en todas las escenas, la paranoia teatral de cada uno. Pueblan este microcosmos de un serio registro dramático sin caer en el melodrama teatral. Hay actrices que esconden secretos tras bastidores, una hija drogadicta que tiene problemas para relacionarse con su padre, un actor pedante y volátil que se cree la gran cosa, vacuidad y claustrofobia detrás de los escenarios. Las actuaciones son tan metódicas que es imposible no reaccionar ante la psicología de los personajes, aunque es la actuación de Keaton que consigue la mayor relevancia, transmitiendo los efectos de la egolatría y los delirios de grandeza con una convicción inquebrantable.
 
Con la historia de Riggan Thomson, el actor quijotesco y miserable que se olvida de la realidad para satisfacer sus anhelos, Iñárritu juega con nuestra inesperada virtud de la ignorancia y nos sorprende al romper los subterfugios genéricos, consiguiendo que este héroe desplumado, el Ícaro con una crisis existencial, sea instigador cuando transforma esa línea que divide la ficción y la realidad dentro de la misma fábula (metaficción). Convierte al protagonista en una persona insatisfecha por un pasado que se esfumó e inconforme con lo que tiene en el presente. Un ser vacío que reniega la realidad para quedarse atrapado en un círculo de frustración.

Iñarritu, convirtiéndose en el mago del plano con su compadre de fotografía Emmanuel Lubezki, omite los aspectos convencionales de su cine para reinventarse con una trama fluida y totalmente lineal. Y ese protagonista que la acompaña es la cámara: un plano secuencia con trucos digitales entre los enlaces de transición que registra la realidad de los actores tal y como se ve durante toda la película. Logra que veamos el cine como un médium que emula la realidad para ofrecer posibilidades ilimitadas dentro del aparato narrativo. Basta con saber que, aunque sea una comedia dramática con plumas de humor negro, intercambia los géneros y los desvirtúa con un realismo mágico que da mucha risa con las sorpresas de la vida de Riggan Thomson.

A pesar de la proeza técnica, la lectura más importante de Birdman está en la provocativa sátira del showbiz, en la que el ego desempeña un papel protagónico en el mundo del espectáculo y, sobre todo, en las vidas cotidianas de la gente del siglo XXI, donde ser “famoso” es lo más importante, donde la admiración desdeñada por las banalidades de la sociedad está buscando desesperadamente la redención. Esta analogía de los altibajos de la fama que sacude a los actores en la cultura del entretenimiento es lo que la mantiene volando en las alturas de las mejores películas del año.

Ficha técnica:
Duración: 1 hr. 59 min.
País: Estados Unidos
Director: Alejandro González Iñárritu
Guion: Alejandro González Iñárritu, Nicolás Giacobone, Alexander Dinelaris, Armando Bo
Fotografía: Emmanuel Lubezki
Música: Antonio Sánchez
Reparto: Michael Keaton, Edward Norton, Naomi Watts, Emma Stone, Zach Galifianakis



8/10

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