Crítica de la película
La historia de Agu (Abraham Attah) comienza en una aldea pacífica en el oeste de África, donde vive con su familia y disfruta de la alegría y de la tranquilidad que le ofrece el pueblo, a pesar de que se encuentra en la zona neutral de un conflicto bélico. Como niño tiene el mundo por delante e ignora el peligro que está a la vuelta de la esquina.
En un momento dado, ese escenario de calma y de optimismo se va cuesta abajo cuando el ejército entra en el pueblo y asesina media docena de personas. En medio de la confusión Agu logra escapar, pero solo para ser capturado por el batallón de la FDR (Fuerza de Defensa Rebelde) liderado por El Comandante (Idris Elba). En ese lugar, para su mala suerte, Agu es forzado a convertirse en un niño soldado para sobrevivir en una guerra civil de verdad.
Es con esta historia desgarradora que Cary Fukunaga transforma Beasts of No Nation en una de las películas más realistas e intensas sobre el infierno que viven los niños soldados en los países africanos, porque con todo el poder dramático que desprende para tocar un tema humano tan oscuro, nos sumerge en la selva para hacernos sentir los horrores de la guerra a través de los ojos del pequeño Agu.
El mundo de Agu es una pesadilla viviente, un viaje traumático. Y en el transcurso Fukunaga muestra de una forma sumamente explícita la pérdida de la inocencia del personaje cuando se inscribe en la escuela de la muerte para aprender a matar a sangre fría con un machete y a usar la ametralladora. En algunas escenas hasta se educa en el arte de consumir drogas. También es testigo de violaciones y genocidios en masa. O sea, el retrato de un niño que ha extraviado su humanidad.
Cuando eso sucede se profundiza el daño psicológico que se desarrolla en la mente de Agu desde una óptica casi subjetiva. Mayormente porque la película es desde su punto de vista, y la narración con la voz en off nos da una noción de lo que piensa en realidad.
Particularmente eso no fuese posible sin la inmensa actuación de Abraham Attah. Este joven desconocido, en su primera actuación, proyecta los rasgos emocionales de Agu con verosimilitud debido a los gestos naturales con los que se expresa. Asimismo la interpretación de Idris Elba como el jefe demencial de la armada de rebeldes que se ha endiosado es una cosa inolvidable que encaja perfectamente con Attah, al tener una presencia patriarcal que provoca miedo.
La película usa la violencia como recurso visual para retratar el terror de lo que quiere denunciar, claro, tocando los miramientos morales. El título hace eco perfectamente a la tragedia exhibida, ya que los personajes son bestias sin nación. Son obligados a combatir en una guerra fantasma que ni siquiera comprenden; es decir, son simples herramientas manipuladas por la corrupción política.
En ese punto Fukunaga se deja de inflexibilidades para relatar la crónica auténtica de un niño soldado con todas las crueldades que eso supone: conflictos políticos, crisis humanitarias, deshumanización, hambruna, pobreza, miseria, brutalidad; pero claro, con una puesta en escena que captura visualmente la belleza exótica de las profundidades de la selva, junto con una partitura musical muy empática.
Cabe resaltar que es la primera película original distribuida por Netflix, y para ser la primera las apuestas son altas. Es un drama bélico muy conmovedor, con un alcance emocional que nos pone a reflexionar sobre un asunto humano que está pasando ahora mismo: la esclavitud infantil. Para eso abre nuestra consciencia ante la gravedad del problema con un mensaje honesto que se apoya de las metáforas para decir que en este orbe de injusticias todos son culpables de las atrocidades cometidas, sin importar el bando al que pertenezcan.
Ficha técnica:
Duración: 2 hr 17 min.
País: Estados Unidos
Director: Cary Joji Fukunaga
Guion: Cary Joji Fukunaga (Novela: Uzodinma Iweala)
Música: Dan Romer
Fotografía: Cary Joji Fukunaga
Reparto: Abraham Attah, Idris Elba, Richard Pepple, Opeyemi Fagbohungbe
0 comments:
Publicar un comentario