Una joven española que recientemente se ha trasladado a Berlín encuentra su coqueteo con un chico local terminado con un giro potencialmente mortal cuando su noche de fiesta con los amigos revelan un secreto peligroso.
Crítica de la película
Solo un par de películas en la historia del cine han logrado la hazaña de filmarse en una sola toma. Podríamos mencionar a Russian Ark (2002) de Alexander Sokúrov y unas cuantas más. Sin embargo, lo interesante es que todas esas películas de una toma no tienen el tiempo de duración y ni los riesgos técnicos a los que se expone el director de fotografía como se presenta en Victoria, que siendo filmada en un solo plano secuencia de más de dos horas de duración es, en mi opinión, una maravilla visual; cuya audacia experimental posee un grado sorpresivo de frenesí y autenticidad emocional.
Desde los primeros momentos sabemos que estamos ante un filme inusual donde la palabra "corte" queda prohibida, ya que la cámara en mano del danés Sturla Brandth Grøvlen sigue a los personajes en un viaje nocturno hasta el amanecer por las calles de Berlín durante dos horas continuas sin cortar en ninguna escena. Y no es para menos, es técnicamente impresionante.
El nivel de destreza del camarógrafo demanda que los actores improvisen en tiempo real todos los diálogos y los gestos a medida que la trama avanza cambiando de locaciones. De ese modo, la historia transcurre exactamente con el mismo tiempo de filmación, haciendo posible que las actuaciones adquieran un toque natural.
En ese entonces acompañamos a Victoria (Laia Costa), una joven española en una discoteca en Berlín, de esas donde las personas desayunan música electrónica. Es tarde, de madrugada. No hay signos de que la fiesta se detenga. Como es nueva en la ciudad y se ha radicado recientemente, se ve en la necesidad de irse a casa para descansar. Pero en la salida conoce a cuatro sujetos que cambiarán para siempre no solo el curso de la noche, sino el de su vida.
Victoria, interpretada muy bien por Laia Costa, es una muchacha amistosa y, en ocasiones, hasta ingenua que no se da cuenta de las intenciones de los muchachos hasta que sucede el giro de la trama. Ella solo busca adaptarse al entorno, pero en el trayecto se pierde en el bajo mundo de Berlín. Andando en su bicicleta coquetea con Sonne (Frederick Lau) y conversa con los otros tres desconocidos sin pensar en las consecuencias.
La primera mitad de la película tiene un ritmo lento que resulta pesado; sin embargo, sucede de esa forma para dar a conocer detenidamente las intenciones de Sonne cuando conversa con Victoria y las actitudes de la juventud contemporánea, especialmente la de unos jóvenes marginados.
A partir de ahí, la segunda mitad posee una adrenalina que es constante, y el director, Sebastian Schipper, deja claro que la carga de desesperación no va a cesar hasta el último minuto. Todo funciona como una carrera contra el reloj en la cual la cámara se entromete y nos hace partícipe de lo que acontece a los personajes; metiéndose por escaleras, callejones, habitaciones, azoteas, baños, automóviles y todo lo que se pueda imaginar en una ciudad tan grande como Berlín.
Naturalmente, la técnica del único plano secuencial pasa desapercibida y nos mantiene enganchados para ser testigos de un viaje de amistad, de amor, de tragedia y de vida. En ese punto, Schipper logra un realismo inquietante que se siente real con la histeria de Victoria, y el extraordinario reto de realizarla sin cortes queda bien construido a favor de la verosimilitud del relato.
Ficha técnica:
Duración: 2 hr. 20 min.
País: Alemania
Director: Sebastian Schipper
Guion: Olivia Neergaard-Holm, Sebastian Schipper
Fotografía: Sturla Brandth Grøvlen
Reparto: Laia Costa, Frederick Lau, Franz Rogowski, Max Mauff, Burak Yigit, Nadja Laura Mijthab
8/10
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