Ficha técnica
Año: 2016
Duración: 1 hr. 55 min.
País: Estados Unidos
Director: Scott Derrickson
Guion: C. Robert Cargill, Scott Derrickson, Jon Spaihts
Música: Michael Giacchino
Fotografía: Ben Davis
Reparto: Benedict Cumberbatch, Chiwetel Ejiofor, Rachel McAdams, Mads Mikkelsen, Tilda Swinton
Crítica de la película
Todavía pienso en aquel momento en el que veía a Doctor Strange. Era un instante que me acordaba que la magia de las películas de superhéroes de Marvel está más chispeante que nunca. Y me ha gustado. Esta aventura fantástica (de un héroe poco conocido para los que no siguen los cómics) se siente como soñar con una dimensión metafísica en la que una experiencia psicodélica es la mejor forma de entretenimiento.
La apuesta de Scott Derrickson es convertir la película de origen del Hechicero Supremo, creado por Stan Lee y Steve Ditko, en un alucinante espectáculo visual para que el distinguido Benedict Cumberbatch se luzca con el conjuro de su capacidad actoral. Y resulta cautivadora por el carácter natural con el que Cumberbatch se mete en el rol y por la inmensa originalidad con la que los efectos visuales ayudan a complementar la narración de la trama.
El protagonista, Stephen Strange (Benedict Cumberbatch), es un reputado neurocirujano que puede operar lo que sea que le suceda a la cabeza de cualquier paciente. Para él, la perfección es la fiel amiga de su arrogancia, además de que es un hombre muy egocéntrico que vive en un lujoso apartamento en la ciudad de New York. Créditos a Cumberbatch por interpretarlo con carisma, confiriendo la empatía de Strange a través del desasosiego y el sentido de supremacía.
La vida de este doctor del ego cambia repentinamente cuando un accidente automovilístico le deja las manos muy lisiadas, casi inoperables. Después de durar meses tratando sus manos con todos los recursos medicinales posibles, alguien le dice a Strange que puede hallar una cura en una localidad aislada en Nepal. En ese lugar, descubre un monasterio dirigido por El Anciano (Tilda Swinton) y Karl Mordo (Chiwetel Ejiofor) y se entera de que se ha topado con una estirpe de guerreros místicos cuya misión es defender el cosmos de fuerzas oscuras.
La iniciación del Doctor Strange es la de una persona que cambia el escepticismo que tenía de su entorno una vez que se manifiesta que los misterios más recónditos realmente existen. Es el éxodo de un hombre arrogante que pasa a ser un maestro del zen que puede descomponer dimensiones a su antojo. En poco tiempo, Strange adquiere poderes mágicos y se ve obligado a elegir entre su antigua vida de fortuna o proteger el mundo como el mago más poderoso del universo.
Y siempre es hechizante poder apreciar la grandilocuencia de las artes místicas del Doctor Strange cuando se enfrenta al villano Kaecilius (Mads Mikkelsen), el megalómano que crea su propia secta para acabar con El Anciano y destruir la realidad uniéndola a otra dimensión. Basta con saber que la secuencia de la persecución en Nueva York produce un vértigo muy apreciable por la destreza con la que los efectos especiales en 3D alteran la percepción ocular para crear un deslumbramiento descomunal con los edificios que se tuercen. Ver esta película estando borracho debe ser algo inolvidable.
El director Scott Derrickson, del cual no quería saber nada por sus desastrosas películas anteriores, me ha callado la boca con el hechizo de esta asombrosa película. Además de dirigir un carismático elenco de intérpretes, demuestra que tiene destreza para moderar los géneros y se encarga de que la trama del Doctor Strange fluya con coherencia sin desperdiciar el metraje, especialmente cuando mantiene un balance entre las escenas de acción, el humor y los temas esotéricos con el fin de que uno se pregunte qué rayos fue lo que tomó para romper las expectativas.
Ahora que hemos visto el lado más onírico del afamado estudio de superhéroes pedimos a gritos la secuela, sobre todo porque el misticismo de este blockbuster se transforma en un festival de pirotecnia que inaugura con broche de oro el nacimiento de una nueva franquicia. El frenesí de su ejercicio nunca deja de ser alucinógeno.
7/10
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