Crítica de 'La La Land': un canto al cine y la música

Narra una tempestuosa historia de amor de Mia, una aspirante a actriz que trabaja como camarera, y de Sebastian, un pianista de jazz que se gana la vida tocando en sórdidos tugurios, cuando se enamoran y su gran ambición por llegar a la cima amenaza con separarlos.

Ficha técnica
Año: 2016
Duración: 2 hr. 07 min.
País: Estados Unidos
Director: Damien Chazelle
Guion: Damien Chazelle
Música: Justin Hurtwitz
Fotografía: Linus Sandgren
Reparto: Emma Stone, Ryan Gosling, John Legend, Rosemarie De Witt, J.K. Simmon

Crítica de la película


Lo primero que me pasaba por la mente cuando veía la grandilocuencia de La La Land, eran esos recuerdos perdidos en las entrañas de mi soñadora cabeza que se despertaban con una fuerza abrumadora para decirme que nunca es tarde para ser quien quieras ser. Pero como soy un donnadie me acordaba de que todavía vale la pena soñar. Y lo confirmo con mayor certeza cuando esta grandiosa fábula musical me lo reitera todo el tiempo con una energía contagiosa.
Resulta irónico pensar que la genialidad de esta película proviene de los estragos del director Damien Chazelle para que le financiaran el proyecto cuando llegó a Los Ángeles como un perfecto desconocido. Y ahora se encuentra en la cima burlándose del sistema de Hollywood con una comedia musical y romántica que funciona admirablemente como una alegoría de todos aquellos individuos ordinarios que consiguen lo que desean cuando terminan enamorándose de sus pasiones.
 
La intención de este joven cineasta amante del jazz que ya nos había contagiado con la maravillosa Whiplash, es la de ofrecer un musical moderno que sea una oda al melodrama, al romance, a los géneros musicales, a la grandeza visual del nostálgico CinemaScope y a los musicales clásicos de Hollywood como Top Hat, Singin’ in the Rain y The Band Wagon en una época donde el género va en puro declive. Y todo le sale fenomenal con las canciones que envician, con las coreografías de danza y con las estupendas actuaciones de Ryan Gosling y de Emma Stone, quienes tienen una química parecida a la de Fred Astaire y Ginger Rogers en aquellos años dorados.
 
La secuencia inicial es lo más cercano a enamorarse de la ambición técnica cuando se nos muestra un plano secuencia de casi seis minutos reencuadrando a varios sujetos con distintos gustos musicales y con profesiones diferentes atrapados en un agigantado tapón de vehículos en una autopista de Los Ángeles. Aunque la metáfora empleada al cantar a «Another Day of Sun» es la de la unificación de la música y la de las personas que sueñan, nos topamos con las vidas de Mia Dolan (Emma Stone) y Sebastian Wilder (Ryan Gosling). Mia es una aspirante a actriz que trabaja como camarera cerca de los estudios de Hollywood, a pesar de que va a las audiciones, siempre la rechazan. Y Sebastian es un pianista que se gana la vida tocando el piano en bares de mala muerte, aunque sueña con ser el propietario de un club de jazz.
 
Como era de esperarse, los caminos de Mia y Sebastian se cruzan. Ellos no son los personajes a los que todo les sale bien, pues han saboreado el fracaso y a veces dudan de sus talentos. Como pareja comparten el mismo idealismo de brillar en una ciudad donde solo pueden brillar las estrellas más grandes. Y en su vínculo florece un idilio creíble que jamás se separa de los artificios melodramáticos. Además, están conscientes de que para vencer los obstáculos hay que sacrificar las cosas más preciadas.
 
Tanto Emma Stone como Ryan Gosling me han dejado extasiado con sus tremendas actuaciones. Se han metido en la piel de estos personajes que destilan empatía en cualquier escena, especialmente cuando cantan «City of Stars», la canción que resulta ser el corazón de la historia. Con ellos nos reímos, pensamos, cantamos y hasta sacamos un par de lágrimas. También hay un poco de ironía al saber que Stone pasó por los mismos estragos que Mia para ascender en el mundo del espectáculo.
 
Además de estar bellamente filmada con un hermosísimo uso del color, Chazelle ha demostrado que hace de todo con el lenguaje cinematográfico para que este emocionante musical sea sublime en toda su forma. Es un homenaje al cine y a la universalidad de la música, pero es también una agridulce historia de amor ensimismada en el falso optimismo de los sueños que se interponen con la realidad cuando cambian con el paso del tiempo. Su encanto nos dice que la magia de los musicales todavía sigue más viva que nunca.


9/10

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