Ficha técnica
Año: 2017
Duración: 1 hr 57 min
País: Reino Unido
Director: Danny Boyle
Guion: John Hodge (Novela: Irvine Welsh)
Música: Rick Smith
Fotografía: Anthony Dod Mantle
Reparto: Ewan McGregor, Robert Carlyle, Jonny Lee Miller, Ewen Bremner, Kelly Macdonald
Crítica de la película
Hace más de veinte años que Trainspotting se convirtió en un fenómeno de culto instantáneo que producía adicción en la mente todos los que atestiguaban las ocurrencias de Mark Renton y sus amigos. Con el paso de los años, se ha fortalecido como una mirada obligatoria en la que cada vez que la miras siempre se siente como si fuera una nueva película.
Parte de la emoción proviene de las escenas provocadoras, de los diálogos recitados con una ironía prodigiosa, de una banda sonora para la posteridad y de unos personajes carismáticos que hacen que la gravedad que representa la adicción a la heroína parezca una burla mordaz. Pero aun sabiendo todo eso, no esperábamos una secuela del film, algo que al señor Danny Boyle le ha parecido una idea necesaria, y a nosotros también, pues hemos disfrutado las nuevas barahúndas de los protagonistas porque, por suerte, forman parte de nuestras vidas.
La secuela se titula T2 Trainspotting, y aunque no captura la energía de la original, funciona por la nostalgia y las locuras de los personajes principales, quienes ahora son adictos a una juventud que se ha desvanecido. También retiene las dosis de humor negro por la que se han caracterizado estos personajes, con una mesura que a veces cede el paso a la autoreferencia para homenajear el primer film.
Han pasado 20 años desde que Mark Renton (Ewan McGregor), el antihéroe pragmático y elocuente, traicionaba a sus camaradas yonquis para abandonar el mundo de las drogas. Aquel monólogo irónico de “Elige una vida…” se ha convertido en un recuerdo perdido entre las reminiscencias. Se ha mudado a Ámsterdam para rehacer su vida. Y decide volver a Edimburgo para ver qué tanto se han transformado sus antiguas amistades: David “Spud” Murphy (Ewen Bremner), Simon “Sick Boy” Williamson (Jonny Lee Miller) y Francis “Franco” Begbie (Robert Carlyle).
La realidad es que nadie ha cambiado. Todavía siguen siendo los mismos perdedores que sueñan con elegir una vida mejor. Spud, el ingenuo y vulnerable del grupo, no ha podido superar la adicción a la heroína, y sigue siendo tan inútil que hasta el suicidio le ha salido corriendo. Sick Boy ha abandonado aquel dandismo y la verborrea que lo caracterizaba. Ha desatendido la heroína, pero solo para mudarse al vecindario de la cocaína y el chantaje. A Begbie ya no le importa nada. La cárcel y el perpetuo deseo de venganza que ha sentido durante años, conservado por la violencia desmedida y los rasgos de psicopatía, y por diminutos signos de raciocinio, lo convierten en el antagonista más encabronado.
En la antecesora, estos personajes poseían un atrevimiento frenético, necesario para lidiar con las tonterías que hacían cuando eran unos yonquis desconectados de las normas sociales. Ahora todo eso importa poco. Todo se ha apagado para ceder el paso a una vejez que es inevitable. Son unos viciosos de la morriña. Se han dado cuenta de que el tiempo es invaluable y que los momentos perdidos jamás se recuperan. Pero sus ingeniosidades siguen siendo divertidas porque son jóvenes encerrados en los cuerpos de unos hombres maduros.
El director Danny Boyle logra que el relato de Mark Renton y los secuaces de la infelicidad esté narrado con pulso, seriedad y con una sátira que por momentos desborda el sarcasmo más cruel para contar situaciones inauditas. Sus planos evocan una psicodelia que se vuelve poética, atrevida. Y mantiene un equilibrio entre la comedia y el drama para sostener el peso de la añoranza, pero sin caer en el patetismo de recrear la esencia de la predecesora. El ejercicio de nostalgia desprende estilo y una autonomía que la hace única. Elige ver T2 Trainspotting.
7/10
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