Crítica de 'Dunkerque': guerra de Nolan por tierra, mar y aire

DunkerqueSoldados aliados de Bélgica, el Imperio Británico, Canadá y Francia están rodeados por el ejército alemán y son evacuados durante una feroz batalla en la Segunda Guerra Mundial.

Ficha técnica
Año: 2017
Duración: 1 hr 47 min
País: Estados Unidos, Reino Unido, Francia
Director: Christopher Nolan
Guion: Christopher Nolan
Música: Hans Zimmer
Fotografía: Hoyte Van Hoytema
Reparto: Fionn Whitehead, Mark Rylance, Kenneth Branagh, Tom Hardy, Cillian Murphy


Crítica de la película


Los primeros minutos de Dunkirk, la nueva película de Christopher Nolan, nos confirma que estamos ante una película bélica no apta para cardíacos, porque, en efecto, siempre se resiste en mostrar el conflicto bélico para favorecer una tensión que parece inacabable. Nos ha dejado pegados del asiento como si fuéramos una calcomanía que se ha enamorado de las vísceras.

A lo que nos referimos con esto, es que tiene una intensidad endemoniada que inquieta con cada segundo que pasa. No hay ni una sola escena en la que no tengamos los nervios de punta. Y Nolan reduce el aparato de acción que usualmente vemos en esta clase de filmes para brindar una mirada subjetiva de los soldados que son víctimas del miedo y la desesperación.

Para contar este hecho verídico desde las bases de la ficción, la película recurre a un apartado técnico impresionante. Hay pocos diálogos, pero más que con palabras, habla con un lenguaje de imágenes acompañado de todo tipo de ruidos. Ofrece un panorama de horror desde tres perspectivas (por mar, tierra y aire), en la que distintos soldados británicos se ven acorralados por un enemigo que no pueden ver y que los tiene rodeados como ratones enjaulados.

La cinta narra uno de los eventos más significativos de la Segunda Guerra Mundial: la evacuación de Dunkerque. Esto sucede en el año 1940 en las playas de Dunkerque, Francia, donde más de 400 000 soldados de las tropas británicas y francesas se encuentran cercados por el ejército alemán. Sorprendidos en la playa, con el mar saludándoles, se enfrentan a una situación de peligro en la que reina el caos.

La historia se mueve por el montaje paralelo. Una semana: en tierra, Tommy (Fionn Whitehead), un soldado británico, intenta huir despavorido de las balas enemigas. Un día: en el mar, el señor Dawson (Mark Rylance), un marinero que navega en un yate como voluntario para rescatar los soldados que pueda. Una hora: en el aire, Farrier (Tom Hardy), piloto de la Real Fuerza Aérea Británica, a pesar de que es un as de combate aéreo que lucha contra cazas alemanes, se da cuenta de que le queda poco combustible.

El paralelismo de estos tres periodos permite que Nolan juegue con la temporalidad y el espacio del relato para ceder el protagonismo de los personajes a los eventos de Dunkerque y a la maestría técnica. Sus planos evocan claustrofobia y nerviosismo. Su cámara IMAX se vuelve omnisciente. El ritmo trepidante lo proyecta como el reloj de una bomba de tiempo. Y tanto en la tierra, como en el mar y en el aire, logra secuencias sorprendentes con la lente de 65 mm de Hoyte van Hoytema y la música estridente de Hans Zimmer, quien consigue un suspenso que podría emocionar hasta los muertos.

Nolan, quien es un director británico, sin derramar una gota de sangre, nos muestra la ceguera producida por la guerra desde la óptica del pánico. Aunque pone a los villanos fuera de campo, sentimos el infierno que atraviesan los personajes porque somos testigos de sus experiencias. Y, aunque su discurso no glorifica la guerra de forma directa, nos dice que el único acto de heroísmo es el de la supervivencia; porque el supuesto milagro en Dunkerque no fue una victoria, sino más bien una derrota para el pueblo británico.

Para ser una película antibélica en la que casi todo se vuelca por el minimalismo, pensamos que es una bocanada de originalidad que revitaliza el género y que, posiblemente, funcione como una alegoría del mismo cine. Una carrera contra el tiempo en la que Nolan se solidariza con el espectador que se ha dejado cegar por la era digital. Señala un hogar que puede ver y nosotros no: el celuloide. Y este es, más bien, el cine que necesitamos. Hoy más que nunca.


8/10

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