Crítica de 'Song to Song': romance y poesía visual

Song to SongSinopsis: Dos triángulos amorosos interrelacionados, la de las parejas formadas por los compositores Faye (Rooney Mara) y BV (Ryan Gosling), y la del productor musical Cook (Michael Fassbender) y su novia camarera (Natalie Portman), persiguiendo todo el éxito mientras tropiezan con la obsesión y la traición en el mundo de la escena musical de Austin, Texas.

Ficha técnica
Año: 2017
Duración: 2 hr 09 min
País: Estados Unidos
Director: Terrence Malick
Guion: Terrence Malick
Fotografía: Emmanuel Lubezki
Reparto: Michael Fassbender, Ryan Gosling, Rooney Mara, Natalie Portman, Cate Blanchett,

Crítica de la película


En los últimos años el cine del señor Terrence Malick ha atravesado un período en el que ha mandado al carajo la estructura clásica de los guiones para experimentar con los personajes y la puesta en escena. Películas como la desabrida To The Wonder y, la tediosa Knight of Cups, son las muestras recientes de ese estilo. Y, quizá por eso no esperábamos que Song to Song nos encantara, pero nos hemos llevado una grata sorpresa.

La película es un romance experimental que nos ha seducido. Es visualmente poética, impresionista, íntima. Nos agradan los personajes y sus problemas. Cada escena tiene un significado filosófico proyectado a través de un triángulo amoroso que logra que la narración emocione desde una óptica subjetiva, sobre todo porque se sustenta en las imágenes para hacernos sentir lo que hacen y piensan los personajes.

La historia cuenta el desbarajuste de tres personas que disfrutan de una felicidad efímera y de amistades dudosas. La pareja está formada por Faye (Rooney Mara) al instante de encontrarse a BV (Ryan Gosling), quienes se conocen porque, por casualidad de la vida, son músicos pegados a la escena musical de Austin, Texas. Se enamoran. Tienen sexo. Y todo es idílico. Pero como toda relación establecida, no todo lo que brilla es oro. Faye engaña a su novio acostándose con Cook (Michael Fassbender), un productor musical que, además de ser amigo de BV, también lo conoce desde hace varios años.

Lo que vemos es una baraúnda de tres personajes, cuyas relaciones tormentosas se ven perjudicadas por los excesos, la ambición, la obsesión, la traición. Un eterno retorno que es insaciable para ellos, pero que siempre recuerda que las banalidades y la superficialidad son gratuitas para la decadencia. De todos ellos el más interesante es Cook, estupendamente interpretado por Fassbender, quien es un extrovertido, manipulador y salvaje que vive la vida loca disfrutando de su riqueza con los placeres que le proveen las mujeres, las drogas y el alcohol. El acelerado modo de vida que lleva repercute en todas las acciones de la relación de Faye y de BV.

El tratamiento experimental de Malick, otra vez colaborando con la lente magnífica de Emmanuel “Chivo” Lubezki, juega con el desencuadre y planos muy ambiguos para crear la noción de una cámara omnisciente que sigue a los personajes durante distintos ciclos de tiempo; por supuesto, es mucho más placentero cuando escuchamos la voz en off de algunos de los personajes que narran, especialmente el de Faye, quien es la que suple el punto de vista principal.

Malick ha desarrollado esta cualidad desde la poética The Tree of Life, en la que por momentos captura el paso del tiempo de las relaciones de unos personajes que buscan algo más que una existencia inconforme. Aunque en esta ocasión su minimalismo recurre vagamente a la no linealidad, quizá por el espacio y el tiempo, la película se siente progresiva, ofreciendo una singular visión de las relaciones humanas en medio de una cotidianidad rodeada de frivolidades. Parece el comercial de un perfume que compraríamos.

En la postproducción del filme, Malick había durado tres años montándola debido a que el corte final de la película tenía una duración de ocho horas. Y se le agradece, pues la película rechaza la abstracción y se siente más cohesiva que sus dos anteriores. Su orden se vuelve bello con cada plano que pasa. Y el retrato dramático y contemplativo de los encontronazos de la vida nos resulta genuino.

El realizador de Days of Heaven, Badlands y The Thin Red Line ha recuperado la antigua forma de relatar para entregarnos un drama romántico que suelta sustancia emocional sin desarticular la narración en ninguna escena. Las actuaciones se sienten orgánicas, naturales. Y situarlo en el caótico mundo de la música solo consigue que sea más sensorial. No hay dudas de que engancha.


7/10

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