Crítica de la película «El ángel exterminador» (1962)

El ángel exterminador (1962)
Tras pasar cerca de diez años, reviso de nuevo en su edición restaurada una copia de El ángel exterminador, una película surrealista de Luis Buñuel que, desde su estreno en el Festival de Cannes de 1962, goza de una aclamación casi unánime de una cinefilia que la reverencia en un altar con velas aromáticas para catalogarla como una de las mejores del realizador. Yo, que soy algo escéptico a las loas desproporcionadas, en este último visionado no considero que se encuentre a la altura de las grandes obras buñuelescas de la época de oro del cine mexicano, como Simón del desierto (1965) y la espléndida Ensayo de un crimen (1955). Pero me parece, desde luego, una buena película del cineasta de Calanda. Es una cinta en la que Buñuel, con una estética surrealista, magnifica una sátira afilada sobre las clases sociales y los claroscuros de la condición humana, recuperando parábolas previamente utilizadas en la formidable La edad de oro (1930), en una hora y media bastante cómica que avanza al ritmo de la manecilla del reloj. El argumento se sitúa en Ciudad de México y narra la historia de unos burgueses arrogantes que, luego de una noche en la ópera y de la salida de los sirvientes que cumplen su horario, invitan a unos colegas adinerados de la burguesía para cenar en su lujosa mansión (para sorprenderlos con la adquisición de un oso y tres ovejas), de la que inexplicablemente no pueden salir del salón principal tras escuchar a una invitada tocando una sonata en piano y en donde, además, comienzan a sufrir los mismos efectos del deterioro asociado a los pobres que viven en un estado de hacinamiento. En términos generales, la estructura narrativa empleada por Buñuel muestra a los personajes como simples autómatas que cumplen una cuota de descripción y donde las acciones fundamentales se reducen, casi siempre, a conversaciones a puerta cerrada en el interior de la sala. Pero con esto en marcha Buñuel, evidentemente, añade una capa de sustancia que funciona en la superficie, primero, para interrogar los síntomas de la burguesía que se entienden como la descomposición de una clase social encerrada en sí misma en la que el individuo abandona sus rastros humanos por derecho hereditario con el único objetivo de alcanzar la ilusión del privilegio sobre la servidumbre voluntaria de unos cuantos; y, segundo, para puntualizar la condición humana como la lucha constante del ser humano para contener la volatilidad de una naturaleza que, propiamente dicho, trata a todos con el mismo margen de igualdad lejos de la ficción del sistema de castas. Esta alegoría es especialmente cierta cuando los personajes, que provienen de distintas raíces nobles y aburguesadas, se mezclan en una habitación que condena sus hábitos hasta reducirlos a la imagen del vulgo que tanto desdeñaban para satisfacer sus caprichos, donde permanecen atrapados en la cárcel de la miseria que lentamente los obliga a recuperar su humanidad como una lección aprendida. En ese sentido, me resulta entretenida cuando los anfitriones y algunos de los invitados, que siempre retroceden o se angustian al intentar cruzar la barrera invisible, regresan a los instintos primitivos para subsistir por la fuerza, pasan hambre, matan ovejas para comer carne, luchan por tomar agua de una tubería en la pared, apestan como animales en un matadero y tienen alucinaciones de manos que caminan por el suelo chillando como ratones, mientras afuera los policías y los espectadores se reúnen frente a las puertas para buscar una forma de "entrar a ese mundo" custodiado por el ángel inmaterial. Buñuel los encuadra en una puesta en escena que refleja sus virtudes inmediatas con el uso de la elipsis, el detalle de los decorados, el vestuario y el encuadre móvil de una cámara en movimiento que agrega elegancia a la ecuación simbólica de las escenas. En su sátira hay una comedia mordaz en clave surrealista, pero también una dura reflexión sobre el rebaño de ovejas que entra al tejido social entre gritos y disparos para recibir la bendición de bienvenida. 

Ficha técnica
Año: 1962
Duración: 1 hr. 35 min.
País: México
Director: Luis Buñuel
Guion: Luis Buñuel, Luis Alcoriza
Música: Raúl Lavista
Fotografía: Gabriel Figueroa
Reparto: Silvia Pinal, Enrique Rambal, Jacqueline Andere, Augusto Benedico
Calificación: 7/10

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