Ficha técnica
Año: 2017
Duración: 1 hr 47 min
País: Estados Unidos
Director: Taylor Sheridan
Guion: Taylor Sheridan
Música: Nick Cave, Warren Ellis
Fotografía: Ben Richardson
Reparto: Jeremy Renner, Elizabeth Olsen, Julia Jones, Graham Greene
Crítica de la película
Hemos pasado un buen rato viendo a Wind River, la segunda película como director de Taylor Sheridan. La película cuenta con un misterio tenso, atmosférico, que se sostiene por el protagonista, quien actúa como el vaquero de un western moderno. Y la disfrutamos porque, en efecto, queremos saber lo que motiva a los personajes a seguir la trama de homicidio de una nativa americana que se parece a Pocahontas.
Como guionista, Sheridan ha escrito los guiones de Sicario y Hell Or High Water. Y como es oriundo de Texas, es normal que sus historias funcionen en las áridas locaciones que nos recuerdan los westerns de Clint Eastwood. En esta ocasión, sitúa el aparato de acción en las frígidas montañas de Wyoming para contar la investigación policíaca de un trampero y de una agente del FBI que siguen los rastros del antisocial que ha asesinado a la chica indígena.
El protagonista es Cory Lambert (Jeremey Renner), un cazador experimentado del Servicio de Pesca y Vida Silvestre que tiene la tarea de limpiar los bosques de los depredadores que atacan el ganado de la reserva indígena de Wind River. Su labor le resta tiempo para cuidar a su familia. Es fuerte, perspicaz y es tan frío como la nieve. Un día, encuentra el cadáver congelado de una muchacha de 18 años llamada Natalie (Kelsey Asbille), en la que hay indicios de que ha sido violada y posiblemente asesinada. Para proseguir con la indagación, se une al alguacil Ben (Graham Greene) y a Jane Banner (Elizabeth Olsen), una empleada novicia del FBI que ha sido asignada para determinar el origen de la muerte de Natalie.
En el mundo hostil en el que se despliegan los personajes, la xenofobia y la discriminación racial hacia los nativos americanos todavía no se ha consumado; un comentario social de la poca importancia que le dan las autoridades a la población aborigen. La familia de Cody es de etnia amerindia, y vive en un poblado en el que casi todos son mestizos. Jane, es la principianta que se ha metido en la pesquisa para darse cuenta del lado más perverso de la condición humana; sus superiores la han enviado porque, evidentemente, no les concierne lo que le pase a esa localidad.
La intención de Sheridan es que sigamos la travesía de estos personajes para edificar un enigma del librito en el que las pistas encontradas conllevan a cosas inesperadas. Retiene la revelación del villano hasta que le da la gana de mostrarlo cerca del desenlace. El suspenso lo construye con la perspicacia de Cory, cuyas acciones se asemejan a la de un detective motivado por la tragedia del pasado. Y las dimensiones de la personalidad de Cory enriquecen la trama, sobre todo porque la joven que ha muerto le recuerda a su hija desaparecida.
Por momentos se vuelve cine de policías en pareja, pero rechaza algunos de los subterfugios del género para que la acción se desarrolle de forma inmediata, adornando el frígido ambiente con la combinación del misterio y los elementos típicos del viejo oeste. Los planos panorámicos son absorbentes. Y el gélido paisaje acompañado de los hechos criminales simbolizan el estado de ánimo de los personajes: miedo, soledad, sospecha, pérdida, venganza. Es el retrato de personas silentes que viven enjauladas en una cárcel de nieve y brutalidad.
La película resuelve los conflictos dosificando la carga de violencia en un tercer acto que pasa rápido y sin charloteos. Tiene buenas actuaciones. Y detrás del tiroteo y de una imprevista escena de venganza, tropezamos con la metáfora de un racismo que sigue latente en Estados Unidos. Aunque esa noticia no es nueva, necesitamos que el señor Sheridan vuelva a ponerse en la silla del director. Su estilo es muy eficaz para los thrillers policiales.
7/10
Como guionista, Sheridan ha escrito los guiones de Sicario y Hell Or High Water. Y como es oriundo de Texas, es normal que sus historias funcionen en las áridas locaciones que nos recuerdan los westerns de Clint Eastwood. En esta ocasión, sitúa el aparato de acción en las frígidas montañas de Wyoming para contar la investigación policíaca de un trampero y de una agente del FBI que siguen los rastros del antisocial que ha asesinado a la chica indígena.
El protagonista es Cory Lambert (Jeremey Renner), un cazador experimentado del Servicio de Pesca y Vida Silvestre que tiene la tarea de limpiar los bosques de los depredadores que atacan el ganado de la reserva indígena de Wind River. Su labor le resta tiempo para cuidar a su familia. Es fuerte, perspicaz y es tan frío como la nieve. Un día, encuentra el cadáver congelado de una muchacha de 18 años llamada Natalie (Kelsey Asbille), en la que hay indicios de que ha sido violada y posiblemente asesinada. Para proseguir con la indagación, se une al alguacil Ben (Graham Greene) y a Jane Banner (Elizabeth Olsen), una empleada novicia del FBI que ha sido asignada para determinar el origen de la muerte de Natalie.
En el mundo hostil en el que se despliegan los personajes, la xenofobia y la discriminación racial hacia los nativos americanos todavía no se ha consumado; un comentario social de la poca importancia que le dan las autoridades a la población aborigen. La familia de Cody es de etnia amerindia, y vive en un poblado en el que casi todos son mestizos. Jane, es la principianta que se ha metido en la pesquisa para darse cuenta del lado más perverso de la condición humana; sus superiores la han enviado porque, evidentemente, no les concierne lo que le pase a esa localidad.
La intención de Sheridan es que sigamos la travesía de estos personajes para edificar un enigma del librito en el que las pistas encontradas conllevan a cosas inesperadas. Retiene la revelación del villano hasta que le da la gana de mostrarlo cerca del desenlace. El suspenso lo construye con la perspicacia de Cory, cuyas acciones se asemejan a la de un detective motivado por la tragedia del pasado. Y las dimensiones de la personalidad de Cory enriquecen la trama, sobre todo porque la joven que ha muerto le recuerda a su hija desaparecida.
Por momentos se vuelve cine de policías en pareja, pero rechaza algunos de los subterfugios del género para que la acción se desarrolle de forma inmediata, adornando el frígido ambiente con la combinación del misterio y los elementos típicos del viejo oeste. Los planos panorámicos son absorbentes. Y el gélido paisaje acompañado de los hechos criminales simbolizan el estado de ánimo de los personajes: miedo, soledad, sospecha, pérdida, venganza. Es el retrato de personas silentes que viven enjauladas en una cárcel de nieve y brutalidad.
La película resuelve los conflictos dosificando la carga de violencia en un tercer acto que pasa rápido y sin charloteos. Tiene buenas actuaciones. Y detrás del tiroteo y de una imprevista escena de venganza, tropezamos con la metáfora de un racismo que sigue latente en Estados Unidos. Aunque esa noticia no es nueva, necesitamos que el señor Sheridan vuelva a ponerse en la silla del director. Su estilo es muy eficaz para los thrillers policiales.
7/10
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