La sexta película de la famosa franquicia de espionaje (que ha cumplido 22 años) sigue la misma línea narrativa de las anteriores: el espía norteamericano, Ethan Hunt (Tom Cruise), intenta salvar el mundo en una misión que para todos parece imposible. La emoción está en la trama y en el carisma de los personajes, que se retiene como una cosa adrenalínica. Me emociona hasta las vísceras la acción de este thriller de espías, todas las secuencias son vertiginosas, rebosantes de un ritmo de locos que nunca se interrumpe. La dirige nuevamente Christopher McQuarrie, director que construye secuencias en helicópteros, acrobacias en paracaídas, peleas en el baño, persecuciones en motores, lluvias de balas, en una de las aventuras que, en mi opinión, es una de las más tensas y oscuras en la saga de espías del invencible Ethan Hunt.
En esta ocasión, después de los eventos ocurridos en Mission: Impossible – Rogue Nation, una organización terrorista, conocida como Los Apóstoles, ha surgido por las ideologías anárquicas de Solomon Lane (Sean Harris) y El Sindicato. Estos señores, liderados por un tal John Lark, planean crear una Nueva Orden Mundial a base de bombas nucleares (el macguffin habitual del género). La misión de Hunt, que acepta sin pensarlo porque en su universo él es el único héroe de acción, es la de conseguir el plutonio robado por Los Apóstoles e impedir una posible detonación. No hay tiempo para la diplomacia burocrática. Y poco importa quiénes sean los malos cuando uno lo que quiere es sentir los peligros a los que exponen los personajes.
Las acciones de los personajes principales son genéricas, pero, por suerte, hay una coherencia que los hace interesantes. Hunt es el protagonista; el rebelde que actúa por intuición para adormecer una crisis de confianza que ha desatado su labor como espía, aunque eso no impide que sobreviva a la tarea suicida. August Walker (Henry Cavill) es el agente musculoso y torpe (con un afamado bigote) enviado por la CIA para procurar que el equipo de Ethan no meta la pata otra vez. Ilsa Faust (Rebecca Ferguson) es la hermosa y letal agente del MI6 que, sutilmente, se transforma en el nuevo interés romántico de Hunt (algo que ya sospechaba), aunque ahora tiene una encomienda personal. Como usualmente sucede, la trama le juega sucio a Ethan y sus compañeros, Benji (Simon Pegg) y Luther (Ving Rhames), para que la historia se desarrolle en tres actos y confronten a los villanos del libro.
McQuarrie, quien también escribe el guion y es el único que ha dirigido dos películas de esta franquicia, consigue un tono más lóbrego, crea trampas, golpes de efectos y giros que me engañan con un tercer acto retorcido en el que pienso en que todo va a salir mal. Edifica set-pieces espectaculares que superan a la predecesora y que ponen a un rejuvenecido Tom Cruise a saltar en caída libre en paracaídas, a conducir una motocicleta a toda velocidad por las calles de París, a correr por edificios, a pilotear un helicóptero, a trepar por montañas congeladas, escenas de riesgos en la que el actor realiza todo el esfuerzo físico sin un doble que lo cubra para que las escenas tengan credibilidad. Su película confirma que Cruise es el máximo héroe de acción.
Ficha técnica
Año: 2018
Duración: 2 hr 27 min
País: Estados Unidos
Director: Christopher McQuarrie
Guion: Christopher McQuarrie, Bruce Geller
Música: Lorne Balfe
Fotografía: Rob Hardy
Reparto: Tom Cruise, Rebecca Ferguson, Henry Cavill, Simon Pegg, Vanessa Kirby
Calificación: 7/10
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