La escena inicial de esta película, Eighth Grade, es muy interesante. Comienza encuadrando un primer plano muy fijo en el rostro de una adolescente que se halla grabando un videoblog y, a pesar de que no ha recibido muchas visitas, pide a esos seguidores inexistentes (posiblemente nosotros) que lo compartan. El tema de dicho vídeo es ser uno mismo, y ella, con una cara que comunica timidez e inseguridad, habla de las dificultades usuales de los adolescentes contemporáneos: ser popular, complacer a los demás, el miedo a cambiar. Lo que vemos es lo que ella piensa de sí misma, y un moderado recorrido óptico la encuadra a un plano medio que expresa que lo que ha contado no es más que un espejo para escapar de la ansiedad que le provoca la escuela; el vídeo le sirve de terapia para menguar su insatisfacción. Se corta a un plano general para reforzar la lectura de sus inquietudes y luego se funde a negro. Lo que sigue, es una crónica de sus tiempos allí.
La película la dirige el comediante y Youtuber, Bo Burnham, quien se ha inspirado en algunos momentos de su propia vida cuando estaba en octavo grado para contar la historia de Kayla, la timorata muchacha de los vídeos estupendamente interpretada por la joven Elsie Fisher. Tiene escenas hilarantes, genuinas y conmovedoras. Y con un estilo que nunca se separa de la comedia de mayoría de edad, Burnham captura las preocupaciones de la adolescencia posmilenial y lo que significa ser adolescente en una época en la que el Internet, los teléfonos inteligentes y las redes sociales moldean el comportamiento y los hábitos sociales de estos jóvenes ansiosos que esperan lo mejor, pero que terminan decepcionándose cuando son golpeados por las realidades culturales que nos rodean.
La protagonista, Kayla (Elsie Fisher), quien esboza una empatía que se vuelve contagiosa, logra que uno la comprenda durante una hora y media. Kayla, muchacha pávida y taciturna, con el aspecto de una niña indecisa, es una estudiante que cursa el octavo grado, y se encuentra en la última semana de clases de una escuela de secundaria en Nueva York. Le gusta grabarse frente a la cámara de su computadora para subir contenido a su canal de Youtube, aconsejando a las personas en tópicos como la confianza y la autoestima. Como es hija única, y perdió a su madre cuando nació, su padre, Mark (Josh Hamilton), ha tenido que criarla. Y la relación que tiene con él es estable, pero atraviesa un período en el que la falta de comunicación es parte de los problemas de la trama.
Como está entrando en una etapa de la pubertad en la que las jovencitas maduran más rápido que los chicos, Kayla tiene deseos latentes de cambiar su imagen personal, de curiosear con la sexualidad, de enamorarse del usual chico malo de la clase, de encajar en los círculos sociales de las típicas muchachas frívolas de la escuela que solo hacen fiestas en la piscina para demostrar que la popularidad es una cosa banal. Todas estas circunstancias son contrastadas con las escenas en las que Kayla graba videos motivacionales nuevos como remedio para apaciguar sus pensamientos latentes. Ella solo quiere tener amigos y ser aceptada por los grupos sociales de la escuela, además de ser ella misma, aunque no lo exterioriza hasta el final. Su psicología está muy bien definida por la manera tan expresiva en que la interpreta Elsie Fisher.
Cualquier generación puede identificarse con lo que le pasa a la protagonista; sin embargo, los jóvenes de la generación Z se sentirán más identificados. Burnham utiliza el relato de Kayla para sintetizar metáforas de algunas inquietudes sociales que empañan la imagen de esa generación, gente muy joven que está aislada detrás de la pantalla de sus teléfonos móviles y que se esfuerza por construir una imagen prefabricada por la interacción en las redes sociales como Youtube, Snapchat o Instagram. Incluso la pantalla destrozada del móvil de Kayla simboliza los dilemas que debe enfrentar en el mundo real, a pesar de solo visualizar la superficie de esas contrariedades.
La película, aunque pierde un poco de ritmo cerca del final, tiene escenas peculiares que sorprenden. Y nos revela una sociedad que ha concebido una generación que no tolera la intranquilidad ni el estrés. Y cuando se sienten inseguros, no conversan con sus padres o con los amigos que no tienen, sino, más bien, a un refugio digital que cosifica la interacción humana. También, con ligeros subtextos, parodia los nuevos mecanismos de seguridad empleados en las escuelas estadounidenses que han sido azotadas por los tiroteos masivos. Aunque esto suena bastante grave, la comedia y la ligereza de la historia de Kayla siempre la hace agradable.
La película la dirige el comediante y Youtuber, Bo Burnham, quien se ha inspirado en algunos momentos de su propia vida cuando estaba en octavo grado para contar la historia de Kayla, la timorata muchacha de los vídeos estupendamente interpretada por la joven Elsie Fisher. Tiene escenas hilarantes, genuinas y conmovedoras. Y con un estilo que nunca se separa de la comedia de mayoría de edad, Burnham captura las preocupaciones de la adolescencia posmilenial y lo que significa ser adolescente en una época en la que el Internet, los teléfonos inteligentes y las redes sociales moldean el comportamiento y los hábitos sociales de estos jóvenes ansiosos que esperan lo mejor, pero que terminan decepcionándose cuando son golpeados por las realidades culturales que nos rodean.
La protagonista, Kayla (Elsie Fisher), quien esboza una empatía que se vuelve contagiosa, logra que uno la comprenda durante una hora y media. Kayla, muchacha pávida y taciturna, con el aspecto de una niña indecisa, es una estudiante que cursa el octavo grado, y se encuentra en la última semana de clases de una escuela de secundaria en Nueva York. Le gusta grabarse frente a la cámara de su computadora para subir contenido a su canal de Youtube, aconsejando a las personas en tópicos como la confianza y la autoestima. Como es hija única, y perdió a su madre cuando nació, su padre, Mark (Josh Hamilton), ha tenido que criarla. Y la relación que tiene con él es estable, pero atraviesa un período en el que la falta de comunicación es parte de los problemas de la trama.
Como está entrando en una etapa de la pubertad en la que las jovencitas maduran más rápido que los chicos, Kayla tiene deseos latentes de cambiar su imagen personal, de curiosear con la sexualidad, de enamorarse del usual chico malo de la clase, de encajar en los círculos sociales de las típicas muchachas frívolas de la escuela que solo hacen fiestas en la piscina para demostrar que la popularidad es una cosa banal. Todas estas circunstancias son contrastadas con las escenas en las que Kayla graba videos motivacionales nuevos como remedio para apaciguar sus pensamientos latentes. Ella solo quiere tener amigos y ser aceptada por los grupos sociales de la escuela, además de ser ella misma, aunque no lo exterioriza hasta el final. Su psicología está muy bien definida por la manera tan expresiva en que la interpreta Elsie Fisher.
Cualquier generación puede identificarse con lo que le pasa a la protagonista; sin embargo, los jóvenes de la generación Z se sentirán más identificados. Burnham utiliza el relato de Kayla para sintetizar metáforas de algunas inquietudes sociales que empañan la imagen de esa generación, gente muy joven que está aislada detrás de la pantalla de sus teléfonos móviles y que se esfuerza por construir una imagen prefabricada por la interacción en las redes sociales como Youtube, Snapchat o Instagram. Incluso la pantalla destrozada del móvil de Kayla simboliza los dilemas que debe enfrentar en el mundo real, a pesar de solo visualizar la superficie de esas contrariedades.
La película, aunque pierde un poco de ritmo cerca del final, tiene escenas peculiares que sorprenden. Y nos revela una sociedad que ha concebido una generación que no tolera la intranquilidad ni el estrés. Y cuando se sienten inseguros, no conversan con sus padres o con los amigos que no tienen, sino, más bien, a un refugio digital que cosifica la interacción humana. También, con ligeros subtextos, parodia los nuevos mecanismos de seguridad empleados en las escuelas estadounidenses que han sido azotadas por los tiroteos masivos. Aunque esto suena bastante grave, la comedia y la ligereza de la historia de Kayla siempre la hace agradable.
Ficha técnica
Año: 2018
Duración: 1 hr 33 min
País: Estados Unidos
Director: Bo Burnham
Guion: Bo Burnham
Música: Anna Meredith
Fotografía: Andrew Wehde
Reparto: Elsie Fisher, Josh Hamilton, Daniel Zolghadri, Frank Deal
Calificación: 7/10
Año: 2018
Duración: 1 hr 33 min
País: Estados Unidos
Director: Bo Burnham
Guion: Bo Burnham
Música: Anna Meredith
Fotografía: Andrew Wehde
Reparto: Elsie Fisher, Josh Hamilton, Daniel Zolghadri, Frank Deal
Calificación: 7/10
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