En la escena de apertura de BlacKkKlansman, la nueva película del señor Spike Lee, hay un detalle muy interesante. Comienza, luego de una trágica escena de Gone With The Wind (1939), con el discurso minado de racismo de un tal Kennebrew Beauregard (Alec Baldwin), en el que afirma su oposición a la integración racial que trajo consigo el Caso Brown y la crisis de Little Rock en 1957; diciendo, en pocas palabras que no tolera que pueda haber una convivencia entre blancos y negros. Está filmado en blanco y negro, con las imágenes históricas del evento superpuestas en su rostro. Pero en el segundo discurso habla de “las cosas buenas” de su país e, irónicamente, el plano adquiere color, y lo único en blanco y negro son las escenas superpuestas en su rostro de The Birth of Nation (1915), la película de Griffith, de gran valor cinematográfico que, resulta controversial por su propaganda racista. Este paralelismo es esencial para el desarrollo de esta película, que representa una de las mejores de la filmografía de Lee desde Malcolm X (1992).
Esta película, galardonada con el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes, es una cosa cautivadora, provocativa, divertidísima, de estética refinada, y una trama policial que ilustra, a modo de sátira, parábolas sociopolíticas sobre las injusticias raciales que, como la historia misma, todavía parece repetirse en el presente. La ambientación es fidedigna, el estilo visual captura la esencia de los 70, los protagonistas están interpretados con gracia, equilibra sabiamente los géneros de la comedia negra y el cine policíaco, no le sobra metraje para nada, el ritmo es adecuado y preciso. Y lo más insólito es que está basada en la historia verídica de Ron Stallworth, policía afroamericano que se logró “infiltrar” en el Ku Klux Klan de la forma menos esperada.
La historia de Ron Stallworth (John David Washington, el hijo de Denzel Washington) empieza a principios de los años setenta en la localidad de Colorado Springs, cuando se convierte en el primer policía afroamericano, en una época de marcadas luchas por los derechos civiles y el activismo político. Allí se le asignan varias tareas como agente encubierto, pero la más importante llega un día cuando, leyendo el periódico, Stallworth ve un anuncio de reclutamiento del Ku Klux Klan, pero sabiendo que, obviamente no puede ingresar, se le ocurre la idea, utilizando su voz, de hacerse pasar por un hombre blanco y llamar por teléfono para solicitar la membresía. Para conseguirlo, Stallworth pide a su colega Flip Zimmerman (Adam Driver), de ascendencia judía, que se haga pasar por él para presentarse ante el líder local, logrando así una doble infiltración en esa célula de la organización.
El tono de la película aparenta ser liviano en la superficie por la dirección que toma la trama cuando revela algunas circunstancias, pero eso es solo un atavío para el comentario político representado por los personajes. Ron, muy bien interpretado por Washington, es el afroamericano que debe lidiar con los prejuicios en las calles, pero tampoco es el policía que termina siendo un héroe, es más bien un intermediario que, al igual que Flip (una estupenda actuación de Driver) simboliza la igualdad entre grupos étnicos y la desgracia producida por las ideas de movimientos políticos de extrema derecha que solo buscan segregarlos, transitando entre el racismo y el odio, entre la justicia y la arbitrariedad. Esta balanza moral que atraviesa Ron cobra mayor sentido cuando se enamora de Patrice Dumas (Laura Harrier), la muchacha que encarna el rol de la mujer políticamente activa que exige sus derechos, y, también, al momento de desenmascarar al líder del KKK, David Duke (Topher Grace), el supremacista que oculta el odio con fanáticas diatribas e hipocresía. Estos personajes, excluyendo a Duke y su grupo de inútiles, son piezas de una minoría que lucha contra la intransigencia de un sector extremista de la sociedad.
Lee condena la discriminación y la intolerancia en la sociedad norteamericana con un símil entre la historia y el cine. Lo consigue con un uso magistral del montaje paralelo, en una secuencia en la que, primero, Harry Belafonte cuenta las atrocidades raciales que condujeron al inhumano linchamiento de Jesse Washington en 1916, y, segundo, con las acciones del Ku Klux Klan, quienes miran The Birth of the Nation y la utilizan como parte del ritual para fortalecer a los iniciados. “El nacimiento de la nación”, de Griffith, tuvo su estreno en el 1915 y, a pesar de contar con innovadoras técnicas cinematográficas muy importantes para la historia del cine, fue criticada severamente por glorificar a los integrantes de ese organismo y mostrarlos como unos patriotas que defendían el país de las "actitudes barbáricas" de los negros, factores que, a la vez, catapultaron el racismo local en varios lugares de Estados Unidos y que, tanto en los años 70 como en la contemporaneidad, todavía prevalecen.
La película del director de Do The Right Thing, con claras referencias al género blaxploitation y a la estética setentera como los peinados afros y las ideologías del Black Power, mantiene una narración enérgica que reparte momentos en los que prevalece una parodia que luego cede el paso a la tragedia, filmada, cerca del clímax, con la mirada política de un documental, quizá para reflejar una xenofobia universal que, en ocasiones, se ha presentado tanto en la historia como en el cine. Detrás de la denuncia, hay víctimas grises en ambos lados del espectro, sin importar el color de la piel o su procedencia étnica. Es ocurrente, atrevida, entretenida y muy necesaria, pero, sobre todo, es la mejor que ha dirigido en mucho tiempo.
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Ficha técnica
Año: 2018
Duración: 2 hr 15 min
País: Estados Unidos
Director: Spike Lee
Guion: Spike Lee, Kevin Willmott, David Rabinowitz, Charlie Wachtel
Música: Terence Blanchard
Fotografía: Chayse Irvin
Reparto: John David Washington, Adam Driver, Topher Grace, Laura Harrier,
Calificación: 8/10
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