Crítica de 'Aquaman': héroe de plástico en un mar de basura

Aquaman


Parece una costumbre que, en el cine de superhéroes de las películas del Universo Extendido de DC, exceptuando, por supuesto, a la asombrosa Man Of Steel, se produzca una fórmula muy genérica que, con cada estreno, sentarme a verlas con su metraje excesivo es una especie de tortura medieval para mis retinas. Voy al cine entusiasmado y salgo aburrido. Me resulta difícil entretenerme con ellas. Se vuelven planas, trilladas, previsibles. Están inundadas de una holgazanería narrativa en la que la trama es un resorte para la insustancialidad y la falta de cohesión, de personajes muy icónicos convertidos en figuras de acción de masilla que solo quieren ser héroes al servicio de la ingenuidad, de una fatigante pirotecnia en la que uno no sabe ni qué está pasando entre tanto caos. De su línea en solitario ya han estropeado a la Mujer Maravilla y ahora, recientemente, también al icónico Aquaman, la última película en su catálogo de productos de segunda mano. 

 Aquaman la dirige James Wan, director acostumbrado al género del terror que, por primera vez, incursiona en el género fantástico, con una fantasía submarina que me produce una sensación que solo encuentro cuando veo a los peces en la pecera o en el acuario, donde no pasa nada relevante durante dos horas y media eternamente largas y los peces se transforman en personajes (incluyendo al héroe de la portada) de plástico desechable. Sus efectos visuales son decentes, pero la trama luce reciclada de otras películas que no valen la pena mencionar. El génesis de Aquaman se hunde en las aguas más profundas del hastío con la historia de Arthur Curry/Aquaman (Jason Momoa), el héroe de plástico en un mar de basura que tiene la difícil tarea de unificar a unos reinos acuáticos que, para su mala suerte, son parte de una sociedad sofisticada, intolerante y autoritaria que está en medio de una guerra subacuática.  

La historia de la película, narrada por el mismo Arthur, comienza contando un romance muy precipitado entre sus padres, Atlanna (Nicole Kidman), Reina de la nación subacuática de Atlantis y, Tom Curry (Temuera Morrison), el guardián de un faro, y lo que ellos hacen para protegerlo. Un par de años después en la adultez, Arthur, que es mitad humano y mitad atlante, regresa a visitar a su padre luego de un viaje largo en el que pelea con piratas submarinos y algunos tipos malos. Y allí inician unos problemas que me importan muy poco cuando conoce a la Princesa Mera (Amber Heard) y ella acuda en su ayuda para buscar un tridente legendario por el globo e impedir que el rey de Atlantis declare la guerra al mundo terrestre que tanto ha contaminado los mares, algo que el mismo póster de la película revela.

Todas las secuencias de la película están fabricadas para que el héroe, Aquaman, recurra a los subterfugios más artificiosos y pueda salir triunfante con el tridente en la mano derecha y con la muchacha [Mera] que es su interés romántico en la mano izquierda, en una aventura ininteligible que los pasea por tierra, mar y aire con el fin de consumir la interminable duración de la forma más fácil posible: dando vueltas. Las pistas que siguen a Arthur y Mera (con una química muy pobre entre Jason Momoa y Amber Heard) se colocan para que se agudicen las contrariedades causadas por villanos como David Kane/Black Manta (Yahya Abdul-Mateen II) o como el hermano de Aquaman, Orm Marius/Ocean Master (Patrick Wilson), enemigos con motivaciones muy cuestionables e innecesarias. 

Momoa le inyecta un carisma calculado a Aquaman, interpretándolo como alguien burlesco, arrogante, inexpresivo, con una mala reputación que logra motivarlo para encontrar un verdadero propósito más allá de su lado público como un superhéroe de la Liga de la Justicia. Sin embargo, sus líneas de diálogo son pésimas y el humor que proyecta es desabrido y muy automatizado. Su presencia casi no se siente porque no hay ninguna escena memorable que tatúe su personalidad. Es solo el héroe de rutina que tiene la labor de salvar a los suyos para descubrir su identidad.  

Con esta película, Wan comunica ideas soterradas que son interesantes como la protección del medio ambiente, el cuidado de los océanos que los humanos han destruido y la metáfora de la tolerancia en la diversidad étnica, pero que son enterradas bajo el agua para favorecer un espectáculo visual muy pomposo y trivial saturado de criaturas generadas por ordenador y enfrentamientos debajo del mar con unos personajes que parecen marionetas tendiendo de un arrecife de coral. Su película es aburrida, estrepitosa, novelesca, con un tercer acto agotador en el que casi me ahogo de tanto bostezar. 

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Ficha técnica
Año: 2018
Duración: 2 hr 23 min
País: Estados Unidos
Director: James Wan
Guion: David Johnson, Will Beall
Música: Rupert Gregson-Williams
Fotografía: Don Burgess
Reparto: Jason Momoa, Amber Heard, Patrick Wilson, Willem Dafoe, Nicole Kidman,
Calificación: 4/10





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