Reconozco que esta película de Noé está ejecutada con algo de fiereza. Arranca muy bien. Con el plano holandés, picados muy atrevidos y unos prolongados plano secuencias, se empeña en reproducir una lista del buen techno noventero que me pone loco y en encuadrar a unos personajes que bailan endemoniados a merced del LSD y las coloridas luces de neón que comunican sus experiencias, gente muy loca que parece haber salido de un Techno Parade cualquiera, y que, al mismo tiempo, son estereotipos que elaboran una metáfora sobre las distintas esferas de la diversidad existentes en la sociedad francesa. Pero luego presiento la calculada exposición de Noé y se me pasa. Soy inmune a su mareante estilo visual. Me quedo indiferente cuando veo a los bailarines volviéndose esclavos de las drogas, el alcohol y el sexo orgiástico más salvaje. Sus efectos son letárgicos. Se puede confundir fácilmente su carencia de sustancia con algo rupturista y novedoso.
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Calificación: 6/10
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