No me conmueve para nada este drama del director Peter Hedges. Es demasiado condescendiente con el argumento sobre la adicción a las drogas, el afecto familiar y el sacrificio maternofilial. Tiene una estupenda actuación de Julia Roberts como la madre que intenta rescatar a su hijo de las drogas, interpretado por un Lucas Hedges del que casi no siento su presencia. Sé de antemano que el muchacho se ha rehabilitado, pero también sé que vuelve a los vicios para que la historia tenga coherencia. Las contrariedades que atraviesan la madre y el hijo las percibo de una sola dimensión, sujetas a lo previsible. Parece que solo hay tiempo para lo fácil. La crudeza que supone el material tan manido como el de la adicción a las drogas se disipa para favorecer una trama repleta de sensiblería gratuita y de personajes secundarios que son presentados como maquetas de cartón ante los problemas que rodean al protagonista. Y las decisiones narrativas que atestiguo en el tercer acto, con la llegada de la anticipada lectura moral, me dejan pensando en que se trata de una broma cuando veo que el milagro de la resurrección del adicto apunta a una recóndita metáfora religiosa. Es una película mediocre.
Calificación: 5/10
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