Crítica breve de la película Sin dejar huellas (2018)

Esta película francesa de Érick Zonca, que emplea correctamente los parámetros usuales del nuevo cine negro policíaco, tiene un comienzo que suscita en mi interior cierto interés con la historia del detective alcohólico que se encarga de la desaparición repentina de un muchacho. La atmósfera del mundo que habita el inspector es muy grisácea y eso me atrae. El siempre estridente Vincent Cassel consigue otorgarle fuerza al personaje y creo en todos los problemas que lo perturban. No obstante, como si me invadiera el espíritu de Raymond Chandler, no me causa ningún asombro las decisiones narrativas que construyen la trama del crimen. Sé de antemano para dónde va. Los elementos que componen el misterio detectivesco, incluyendo unas revelaciones que rayan en lo perverso cerca del clímax, se me hacen previsibles por el uso tan remarcado de algunos atrezos y del color rojo. Los personajes, aparte del protagonista, carecen de profundidad. Hay muchas escenas hueras, irregulares, distracciones que siento que redundan demasiado con el detective para resolver un caso que, a fin de cuentas, atraviesa los terrenos más comunes del género. Es una película oscura sobre la descomposición moral de una familia posmoderna francesa.

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Calificación: 5/10




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