Crítica breve de la película El autoestopista (1953)

Esta película de cine negro, dirigida por Ida Lupino (la primera mujer en dirigir una cinta del género), tiene una historia con arranque prometedor que, lentamente, pierde la intriga. En un principio me atrae con la presentación de los pescadores que son secuestrados por un fugitivo de la ley que coincidencialmente recogen en la autopista. Con un híbrido entre el cine negro más lóbrego y el relato de carretera, me pasea con esos individuos por las vías de la manipulación, de la opresión, de la tortura psicológica del hombre supuestamente honesto, de la interminable crónica moral del fuerte contra el débil; simbolizado casi siempre por el arma de fuego. En ese tramo, destaco el punto de vista, los intensos claroscuros y una iluminación expresionista que golpea los rostros de los personajes cuando son capturados por ese uso ingenioso del primer plano en las escenas nocturnas. Hay también una atmósfera desoladora que proyecta la soledad y el vacío que atraviesan los protagonistas, del que solo veo interesante al psicópata Emmett Meyer interpretado por William Tallman. Sin embargo, me distancio lentamente de lo que sucede cuando comienzo a pensar en las acciones predecibles, construidas con una narrativa blanda que no hace otra cosa más que colocar a los personajes, una y otra vez, en la misma situación de pánico para suscitar una tensión que no llega hasta mis días. Es una película mediana del género, me olvido de ella tan rápido como los créditos.

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Calificación: 6/10



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