Crítica breve de la película El proceso (1962)

La película de Welles, basada en la popular novela de Kafka del mismo título y elaborada con ligeros registros de metacine, consigue un pedazo de mi tozuda atención cuando presenta su tratado filosófico, casi psicoanalítico, de un hombre atrapado en las profundidades de su propio sueño. Allí dentro, el protagonista Joseph K, interpretado por un blando Anthony Perkins, parece estar condenado a la culpa y el dolor eterno por cosas tan aparentemente graves como los deseos reprimidos provocados por las mujeres que pudo haber amado, las ansias de rebelarse contra la autoridad ejemplar de unos jueces del pensamiento que son omnipresentes y la tiranía de una sociedad que suprime cualquier tipo de derecho cívico. Una parábola autobiográfica de la misma alienación del autor (Welles) atrapado en su crisis creativa. El laberíntico argumento es interesante por momentos, pero lo olvido rápido con el protagonista desechable de Perkins. No siento la claustrofobia ni el pathos ni los supuestos diálogos inteligibles. Me interesa, no obstante, la estética de Welles cuando juega con el gran plano general para resaltar la arquitectura y el espacio, la iluminación expresionista que se imprime en cualquier dirección de los rostros, los maníacos picados-contrapicados, los gráciles travellings y los escenarios que crean esa atmósfera tan absurda y onírica. Se ve como un sueño, aunque no se siente como uno. Es, lamentablemente, una película menor en la filmografía de Welles.

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Calificación: 6/10




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