Este western australiano dirigido por John Hillcoat cuenta con un reparto estelar encabezado por Guy Pearce, Danny Huston, Emily Watson, Ray Winstone y el gran John Hurt, además de poseer un estilo visual de carácter crepuscular que ilumina (usualmente en contraluz) las áridas planicies de un desierto enemistado con el sol, donde la moralidad se tiñe de sepia y de un rojo ensangrentado. Sin embargo, la narrativa me parece algo manida, roza los mecanismos más artificiosos del género, como la venganza y la redención, en el momento en que los protagonistas, unos bandidos de profesión, son capturados por un capitán de la guardia y uno de ellos se ve en la encrucijada moral de salvar a su hermano menor de una muerte segura en la horca a cambio de matar a su psicótico hermano mayor. Con esa propuesta en marcha, permanezco interesado en los problemas que presenta la trama mientras Charlie Burns recorre a caballo un terreno baldío para buscar a su violento hermano. Y me contenta ver las diligencias, los pueblos de madera, los aborígenes australianos, el salvaje oeste que se rige por la ley del revólver y los forajidos que tienen una sed de violencia incontenible. También un monólogo poético de John Hurt y la presencia amenazadora del elocuente hermano, Arthur Burns, que interpreta con mucho magnetismo Danny Huston. Pero de algún modo no logra impactarme lo que veo y me resulta previsible el conflicto moral entre los criminales, diseñado para corroborar un tratado sobre el valor de los vínculos familiares, la traición y la lealtad. El revisionismo de este western me lo sé de memoria.
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Calificación: 6/10
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