Siempre he creído que las galerías de arte son lugares muy interesantes. Conceden la libertad que los artistas necesitan para que puedan ser descubiertos y que sus obras sean expuestas ante un público amplio que los juzga mediante la observación. Uno va allí, camina por los pasillos, se codea con gente que supuestamente comparte el mismo gusto personal por el arte y disfruta apreciando las exhibiciones individuales o colectivas de pintores que, estando a las órdenes de los galeristas, esperan vender algún cuadro en su corta vida para entrar en el panteón de los grandes y no caer en el olvido absoluto. Y todo queda muy bonito y elegante por fuera, iluminado por la gallardía de los cuadros que adornan cada rincón de los corredores. Sin embargo, detrás de las cortinas se sostienen condiciones tan rígidas de valoración que simplemente se estrangula la ilusión de cualquier creador que desee acercarse. Es una cultura que establece como carente de valor todo lo que no entre dentro de sus términos limítrofes. En cada evento, suceden negocios bien turbios que desvalorizan la obra de arte y reducen al autor a una mera cifra comercial al servicio de la codicia.
Dan Gilroy, director de películas como la retorcida Nightcrawler y la insulsa Roman J. Israel, Esq., se propone abordar esa crónica de los vicios del galerismo en su nueva película titulada Velvet Buzzsaw. Y me resulta insólito y algo sorpresivo porque muchas veces he reflexionado sobre esa parte oscura de la industria del arte que, en ocasiones, pasa desapercibida. La esboza como una sátira sobre el mundo del comercio del arte y de las creaciones que son arrojadas al mercado de la competitividad agresiva y del dinero fácil, de la muchedumbre kitsch que habita las exposiciones para exhibir su frivolidad debajo de una máscara de hipocresía, de los que fingen un falsificado amor por el arte para alimentar la egolatría, presentado con un reparto de coral encabezado por Jake Gyllenhaal y René Russo (repitiendo con él desde su debut como director). También con una equilibrada dosis de terror psicológico que añade cierto nivel de sofisticación a las fórmulas esquemáticas del género, poniendo a los protagonistas a sufrir como víctimas en un denso aparato de delirios sangrientos desatado por un espectro inusitado.
Rhodora Haze (Rene Russo) y Morf Vandewalt (Jake Gyllenhaal) en un fotograma de la película Velvet Buzzsaw. Imagen cortesía de Netflix. |
Lo que Morf desconoce es que, días antes, Josephina se encontró por accidente una colección de pinturas en el edificio donde vive, pertenecientes a un viejo artista que, al fallecer, había expresado el deseo de que fuesen destruidas, algo que ella ve como una oportunidad para exhibirlas en la pinacoteca de Rhodora y enriquecerse con la venta. Las pinturas tienen una enigmática expresividad que hipnotiza a todos los individuos que la observan. Aunque los ejemplares consiguen la admiración de los espectadores, asimismo desatan una siniestra fuerza sobrenatural que intenta destruir la existencia de todos ellos.
Josephina (Zawe Ashton) y Morf (Jake Gyllenhaal) en un fotograma de Velvet Buzzsaw. Imagen cortesía de Netflix. |
Este collage de personalidades, interpretados por unos actores de primera categoría, son los sospechosos habituales del microcosmo del arte contemporáneo. Morf es el crítico de arte con un prestigio intachable y armado hasta los dientes de adjetivos para evaluar los paneles, sin importarle en lo más mínimo si las palabras de sus artículos hieren la sensibilidad del artista que ha pasado tanto trabajo para crear una obra. Se muestra como un individuo narcisista, frívolo, con una predilección por la prepotencia y el perfeccionismo. Josephina es la colaboradora de la galerista que sucumbe ante el oportunismo porque lo único que desea es probar el éxito y las riquezas que provee la parcela del arte. Es por esa razón que roba las pinturas y forja un trato con Rhodora, entregándoselas con el fin de obtener un beneficio una vez que se comercialicen. Rhodora, en cambio, es la galerista ambiciosa que entregaría su alma al diablo con tal de que las colecciones sean vendidas a los clientes; ostenta una posición de poder y la utiliza para monopolizarlo todo, subastar los bosquejos a precios exorbitantes y garantizar así la fortuna de otros artistas como Piers (John Malkovich) y Damrish (Daveed Diggs), quienes se niegan a participar en los comercios nebulosos de los galeristas para dedicar toda su pasión al oficio.
Aunque no todas las piezas preservan la misma consistencia, los personajes que veo son sólidos y muy complejos. Me cautivan cuando sus obsesiones son reveladas, como si se tratara de un retrato que refleja las miserias de los vividores que transitan por el orbe del galerismo y que repudian los sacrificios de los autores. Un mosaico de figuras vacías que prolonga el ciclo de cosificación del arte dentro de una burbuja económica y manipulan a su antojo a los artistas que dejan su creatividad detrás del lienzo. Son personas que descubren el significado del miedo y la inseguridad a través del espíritu torturado de un pintor que se revela contra la superficialidad y la ruindad de aquellos que se interponen en el camino del arte. Todos ellos, exceptuando Piers y Damrish, son víctimas de la venganza programada del arte de Vetril Dease (personaje basado en la biografía del ilustrador marginal Henry Darger), el cual regresa para asesinarlos utilizando los trabajos de arte por los que ellos han sentido algún tipo de vilipendio.
Josephina (Zawe Ashton) horrorizada en un fotograma de Velvet Buzzsaw. Imagen cortesía de Netflix. |
Morf Vandewalt (Jake Gyllenhaal) en un fotograma de Velvet Buzzsaw. Imagen cortesía de Netflix. |
Ficha técnica
Año: 2019
Duración: 1 hr 53 min
País: Estados Unidos
Director: Dan Gilroy
Guion: Dan Gilroy
Música: Marco Beltrami
Fotografía: Robert Elswit
Reparto: Jake Gyllenhaal, René Russo, Zawe Ashton, Toni Collette, John Malkovich, Tom Sturridge,
Calificación: 7/10
Me gustó mucho la interpretación de Zawe Ashton
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