Crítica breve de la película Destrucción (2018)

En esta película de la directora Karyn Kusama, Nicole Kidman interpreta estupendamente a una detective de apariencia descuidada, oscura, ensuciada de fealdad, como si estuviese atrapada en un vórtice de alcoholismo y drogas, que intenta resolver un caso criminal que tiene su raíz en un pasado agridulce. El nombre esta protagonista es Erin Bell y me interesa hasta cierto punto lo que ella hace para desentrañar ese pasado y deshacerse de la culpa que la atormenta todos los días. Con un eficaz tratamiento de maquillaje, Kidman adorna los gestos de esa mujer desgarrada que solo intenta redimirse, en lo que aparenta ser una interpretación muy sólida. Y le creo a su personaje hasta que algunas decisiones narrativas de Kusama lastran la trama policial con una reiteración que me comienza a incomodar y me aburre en un largo trayecto de dos horas que parecen inacabables. En ese tiempo se aborda la historia partiendo de una estructura de tres actos que distribuye la narración recurriendo al racconto en varias escenas para indagar en la introspección de Erin en los momentos que recuerda sus tiempos en una pandilla muy peligrosa al lado de Chris, el compañero sentimental que interpreta Sebastian Stan. Aunque cuenta con una intensa secuencia de acción que modela un tiroteo en un banco (robada de la gloriosa 'Heat', de Mann) y luego otra cerca del clímax para responder algunas interrogantes, le sobra metraje y sufre de los convencionalismos del cine policíaco.

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Calificación: 6/10




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