Crítica breve de la película El Gordo y el Flaco (2018)


Esta comedia biográfica, dirigida por Jon S. Baird, narra el ocaso de uno de los duetos cómicos más famosos de la historia del cine, Stan Laurel y Oliver Hardy, conocidos popularmente como El Gordo y el Flaco. Lo cuenta con unas actuaciones muy correctas de Steve Coogan y de John C. Reilly, quienes están irreconocibles gracias a un meticuloso trabajo de maquillaje aplicado sobre sus rostros con el que casi me confundo y por un segundo olvido que son réplicas auténticas. El argumento arranca en estado de gracia, haciéndome reír con escenas que reproducen con mucha fidelidad los gags hilarantes de películas como 'Allá en el lejano oeste', teniendo toda mi atención cuando entablan conversaciones interesantes (encuadrados casi siempre en planos de dos), suplantando la analepsis por un presente en la década de los cincuenta donde se retrata la decadencia profesional de ambos. En esos momentos visualizo una ambientación muy fidedigna del período cuando ellos comienzan la gira teatral para que el público trate de acordarse de sus tiempos de gloria y olviden que el tiempo le ha pasado factura. Es ahí, durante la segunda mitad, cuando la reiteración comienza a molestarme y siento que decae la fuerza dramática de la película, convirtiendo a figuras tan inmensas en pastiches autorreferenciales. Me abraza la indiferencia ante lo que sucede, lo predecible me saluda de lejos porque ya he leído varias veces la biografía del dúo y sé cómo termina el asunto, cosa que noto de inmediato con ciertas inconsistencias históricas. Las escenas no logran sostener la postrimería de Laurel y Hardy, los diálogos coquetean con la trivialidad, no hay nada que logre conmoverme en el desenlace tragicómico ni en el discurso sobre la amistad, a pesar de las auténticas actuaciones de Coogan y Reilly.

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Calificación: 6/10




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