'Los dientes del diablo' es una aventura que Nicholas Ray dirige con soltura y algunas pretensiones discursivas de carácter antropológico, pero no me resulta tan cautivadora la mirada que ofrece sobre las idiosincrasias de los esquimales. Trata la historia de un esquimal llamado Inuk, interpretado magníficamente por Anthony Quinn, que vive en un iglú aislado del mundo en una tierra polar habitada por esquimales solidarios que siguen costumbres milenarias, recorriendo el desierto de hielo para cazar peces o focas para sobrevivir, deseando establecer un vínculo con una mujer de la tribu que lo haga reír, cosa que consigue al conocer a la ingenua y sensible Asiak que interpreta Yoko Tani. En esas zonas árticas de Inuk, observo escenas que describen la forma de vida de esos "salvajes inocentes", como los momentos en los que andan de cacería en los trineos halados por perros, las tradiciones matrimoniales del pueblo cuando Inuk pelea con un rival por la mujer que le atrae, el choque cultural con el hombre blanco supuestamente civilizado que aparentemente es más salvaje de la cuenta con su moralidad contradictoria y sus leyes autoimpuestas, el asesinato de un sacerdote infeliz que aparece de la nada para propagar sus doctrinas religiosas por la fuerza, la supervivencia en las duras condiciones climatológicas. Se destaca el diseño de producción y la fotografía que añade cierta fidelidad a la ambientación helada, exceptuando los exteriores que lucen artificiosos. También un rol secundario muy breve de un joven Peter O' Toole (en una de sus primeras actuaciones). No obstante, el problema es que la narración se siente mecánica, con unos golpes de efecto muy débiles y una exposición que agota el desarrollo de los personajes para documentar un tratado sobre el individualismo y la ambigüedad moral de las leyes en las sociedades humanas. Es un film irregular.
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Calificación: 6/10
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