Crítica breve de la película Luchando con mi familia (2019)

Para tratar de recordar aquellos tiempos en los que la lucha libre de la "Era de la actitud" se robaba la mayor parte de mi tiempo cuando la veía sentado frente al televisor los sábados y los domingos, me pongo a ver esta comedia dramática, basada en la biografía de la luchadora profesional Paige. En un principio tiene un arranque prometedor y algo cómico con la historia de la familia inglesa que se gana la vida en circuitos paupérrimos de la lucha libre, incluyendo a los hijos que sueñan con poder llegar a la WWE y ser estrellas aclamadas por la gente, entre los que se encuentra la joven Saraya. La actuación placentera de Florence Pugh como Saraya (que, ojo con ella, ha tenido un año revelatorio) demuestra el talento de una luchadora a tiempo completo cuando expone las destrezas físicas necesarias para pelear en un cuadrilátero o cuando piensa en el hecho de que la verdadera lucha es la que nunca se abandona. También se destaca el rol secundario de Vince Vaughn como el sarcástico entrenador. La autenticidad se refleja en las escenas de entrenamiento y en los momentos en que observo múltiples referencias a las leyendas de la lucha libre. No obstante, mi problema con la película radica en la falta de energía que siento en la travesía de Saraya hacia la WWE, las dificultades que se le presentan lucen algo triviales, con unos golpes de efecto tan insustanciales que pienso que me están engañando como a los infelices que le venden sueños para llegar allí. Me río en instantes minúsculos y permanezco indiferente ante algunas situaciones. Aunque ofrece un comentario interesante sobre la autoaceptación, las inseguridades y la tenacidad, al final el encanto desaparece para favorecer un aburrimiento de casi dos horas.

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Calificación: 5/10




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