Hace unos cuantos años, cuando la Internet se hallaba en pañales y la televisión por cable era la moda dominante, tuve la oportunidad de ver el drama legal 'El poder de la justicia', dirigido por Francis Ford Coppola. De aquel visionado solo recuerdo fragmentos porque, lamentablemente, la vi por pedazos, siendo constantemente bombardeado por la típica publicidad. Pero ahora, gracias a los generosos avances tecnológicos, lo he visto por completo y puedo decir, sin temor a equivocarme, que se trata de una película regular de Coppola sobre la corrupción en el orbe de los abogados y las contrariedades morales halladas en los asuntos jurídicos de cabecera. Basada en la popular novela de John Grisham del mismo título, relata la historia de un abogado novicio, Rudy Taylor, que tiene ganas de ascender en el agitado mundo de los litigios y ser reconocido como un legista reputado, cosa que intenta conseguir al lado de un veterano abogado de una oficina de abogados cuando se enfrenta a un bufete prestigioso que labora para una poderosa empresa de seguros médicos, en defensa del joven moribundo de una pobre familia que ha sido engañada por los zorros capitalistas de saco y corbata. El caso del que se ocupa Ruby no me inquieta y las dimensiones que adquiere a medida que avanza la trama, me deja en un estado de desapegado, del que no siento casi nada por los personajes, aunque percibo autenticidad en las actuaciones de Matt Damon como Ruby Taylor, Danny DeVito como el inseparable abogado y Jon Voight como el abogado despiadado al servicio del mal. El reparto secundario me resulta innecesario, los diálogos carecen de líneas vigorosas y muchas de las situaciones presentadas por el argumento lucen previsibles. No es tan absorbente como parece, a pesar de que Coppola añade cierto estilismo al material de los abogados del diablo.
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Calificación: 6/10
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