Crítica breve de la película Grass (2018)

Luego de haber disfrutado mucho 'La cámara de Claire' y 'El día después', me puse a ver este drama del director surcoreano Hong Sang-soo para experimentar la misma sensación que me transmitían esas películas con el desasosiego y la soledad de esa gente desgarrada por los líos maritales del pasado que solo busca la libertad. Aunque reconozco que en su historia hay cierto intimismo y ligereza poética, no me conmueve tanto su argumento sobre el vínculo de las pericias humanas. Cuenta la historia de una joven, interpretada por una taciturna Kim Min-hee, que se sienta en la esquina de un pequeño café para observar a los clientes que, de alguna manera, atraviesan una crisis personal. Ella los observa de lejos y anota ideas para escribir una novela, pero pocas veces interactúa con ellos. Lo que tiene en común con el resto es que recientemente ha probado el amargo sabor del divorcio. Los personajes que frecuentan el local incluyen el típico director de cine, el hermano de la protagonista, un hombre con tendencias suicidas, una pareja que no recuerdo bien ni lo que decía. Está filmada en un blanco y negro melancólico. Y los personajes son encuadrados en planos fijos de larga duración, con una cámara estática que apenas reencuadra, delicadamente, para seguir las conversaciones de los individuos que se sientan en la mesa a discutir asuntos personales y conyugales. De fondo se escucha también una música clásica que me resulta anempática para la descripción de ciertas escenas. Los diálogos tienen vocación por la sobriedad, pero carecen de sustancia porque la información que aportan es escasa para esbozar la profundidad de los dilemas que afrontan los personajes, sobre todo al trasladarse de la ficción a la realidad. Tampoco sucede mucho en las situaciones presentadas mediante la exposición. Al rato me olvido de todo lo que ha pasado.

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Calificación: 6/10



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