La nueva película de Jarmusch ofrece, a mi parecer, una revisión del subgénero de terror de zombis, con el estilo particular que lo caracteriza: los personajes poco entusiasmados, el humor lacónico, los diálogos cargados de ironía, situaciones esperpénticas. El comienzo es prometedor. Pero por alguna razón carece de resonancia emocional, encuentro ausente esa cosa tan necesaria que llaman fuerza. Trata la historia de unos pueblerinos en la pequeña localidad estadounidense de Centerville que deben lidiar con un ejército de muertos vivientes. El grupo esta encabezado por tres oficiales de policía, un ermitaño vagabundo, un granjero 'white trash' conservador, una rubia muy rara entrenada en el arte de la katana y varios jóvenes sin relevancia que solo sirven para quemar metraje. El reparto lo encabezan figuras como Bill Murray, Adam Driver, Chloë Sevigny, Tilda Swinton, Danny Glover, Tom Waits, Steve Buscemi y hasta un breve Iggy Pop. Y me sorprende ver a tan buen reparto desperdiciado por una exposición narrativa que solo utiliza a los personajes que interpretan como títeres para corroborar un comentario pesimista sobre los males de la sociedad norteamericana (y quizá también al mundo entero), lugar en el que los muertos vivientes simbolizan la decadencia social, el consumismo, las trivialidades de la cultura pop, las inclinaciones políticas y todas esas cosas que manipulan la vida del hombre posmoderno. El texto se desarrolla a través del laconismo de los diálogos y de un rico mecanismo compositivo del encuadre. El problema fundamental es que lo reitera una y otra vez sin la mínima decencia de darle alguna profundidad a las motivaciones de unos protagonistas que, rompiendo los esquemas metaficcionales, se quedan impávidos ante lo que hay escrito en el mismo guion de Jarmusch. Aunque algunas escenas me entretienen mínimamente, no deja de ser una película superficial y algo hueca de Jarmusch sobre el subgénero de terror de zombis.
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Calificación: 6/10
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