Crítica breve de la película Rosie (2018)

Este drama, dirigido por el director irlandés Paddy Breathnach, está elaborado con una simplicidad que, por momentos, lo hace interesante al examinar la profunda crisis socioeconómica de vivienda que azota Dublín, pero la narración pierde fuerza. Describe la problemática habitacional a través de los ojos de una mujer que se llama Rosie y que vive en condiciones de hacinamiento con su esposo y sus cuatro hijos en un pequeño carro pintado de un color azul que simboliza el entendimiento, la protección y la tristeza. Los altos costos de vivienda han incrementado su nivel de empobrecimiento. Como su marido es el único que trabaja, Rosie debe cuidar a su familia para garantizar algún tipo de calidad de vida con lo poco que tienen, consiguiendo trabajos rutinarios y divagando por las calles de la ciudad buscando hoteles baratos para poder quedarse. La difícil situación se encuadra con un realismo social cercano al cine de Loach o de los hermanos Dardenne, en donde una cámara en mano sigue a la preocupada Rosie por las vías de la desdicha. Es certero el uso del primer plano y del plano medio. La actuación de Sarah Greene es muy creíble cuando se mete en la piel de esa mujer que lo sacrifica todo para que su familia pueda sobrevivir a un sistema que disfruta la desigualdad social. Pero encuentro un problema fundamental. A pesar de todo eso, no me conmueve tanto el asunto abordado, sobre todo porque todo luce muy colocado para que los personajes sean utilizados como marionetas al servicio del victimismo y puedan corroborar el material de denuncia sobre las personas sin hogar. Al texto le falta profundidad. Y la narrativa, aun con su sencillez, carece de impacto emocional. Empatizo muy poco con la miseria de los personajes. Por lo menos el final incierto es coherente. Es una película pasable.

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Calificación: 6/10




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