Muy pocas cosas se pueden extraer de la primera película como directora de Brie Larson titulada 'Tienda de unicornios'. Es una comedia fantasiosa que contiene rastros diminutos de drama, pero carece de fuerza expresiva y de personajes que sean divertidos. Tiene buenas intenciones con su discurso sobre la inseguridad, la madurez y las quimeras de los millennials inadaptados que viven anclados al miedo producido por la esclavitud del salario que los mantiene sentados frente a un escritorio durante ocho horas en el infierno de la monotonía de cuello blanco. Eso lo entiendo claramente. Pero no por eso deja de ser una porquería, una comedia dramática con una narrativa pobremente estructurada que sufre de unos personajes huecos sin nada de gracia, de un ritmo fatigoso que no logra cohesionar las ideas planteadas en cada escena, de una trama convencional que pone a prueba mi paciencia con cada golpe de efecto que despliega. Cuenta la historia de una muchacha que se llama Kit, la cual fracasa en cumplir su sueño de ser pintora neoexpresionista abstracta y regresa a casa de sus padres, donde luego se siente invadida por la decepción y consigue un empleo todavía más decepcionante para tratar de olvidar el hecho de que desea aspirar todos los temores intrínsecos que le impiden progresar en la vida, cosa que aparentemente se esclarece por la ayuda del amigo imaginario afroamericano que vende unicornios interpretado por Samuel L. Jackson. El unicornio simboliza el optimismo y otras cuestiones que no vienen al caso. Las actuaciones de Larson y del joven Mamoudou Athie apenas son correctas por la química que poseen, el resto del reparto es un desperdicio actoral. El leitmotiv de la banda sonora me estimula ligeramente y quizá lo escuche en YouTube para olvidarme del aburrimiento que me produce esta película.
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Calificación: 3/10
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