Me parece interesante el material de denuncia de 'Aguas oscuras', al punto de que me pone a pensar en esa corrupción corporativa que maquina mil diabluras en contra del medioambiente y, en la mayoría de los casos, siempre sale impune gracias a un sistema capitalista donde el poder de la papeleta verde se impone por encima de la ética y de la integridad moral, de los individuos de saco y corbata que hacen negocios a costa de la gente honesta, vendiéndoles el veneno que ellos compran felizmente en los pasillos del supermercado. Sin embargo, pienso que su director, Todd Haynes, no le imprime fuerza a la narrativa, lastrando la cohesión hasta convertirla en un producto rutinario perdido en la oscuridad al denunciar la crisis ecológica generada por una corporación corrupta. La veo y tengo una especie de déjà vu que me deja indiferente. Atraviesa terrenos familiares, convencionales, previsibles. Se estructura como un drama legal y describe, a lo largo de varias décadas, el trabajo de investigación de Rob Bilott, un abogado que trabaja para una firma prestigiosa, en la que descubre un secreto muy oscuro de la corporación DuPont, enterrado tan hondo como las piedras del río Ohio. Dicho secreto pone en riesgo su carrera y la seguridad de su familia. Yo me quedo a verlo durante dos horas mientras lucha en las cortes judiciales en contra del conglomerado de DuPont para sacar a la luz la verdad enterrada, aunque sus acciones carecen de un sentido de urgencia. Su preocupación la siento distante, a pesar de que es un protagonista que me resulta creíble por la manera en que lo interpreta Mark Ruffalo. No veo la relevancia de los roles secundarios de Anne Hathaway, Tim Robbins, Bill Pullman. Lo más competente es, a mi juicio, el estilo visual de Edward Lachman que enuncia, a través del color, la desesperanza de las víctimas que exigen una respuesta de la catástrofe ecológica que los ha enfermado.
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Calificación: 6/10
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