Se supone que debo sentirme muy asustado con lo que pasa en 'Cementerio de animales', pero en un extraño giro de eventos, me siento más aterrado de mi capacidad para aburrirme. Creo que he alcanzado nuevos niveles, y me da mucho miedo. La película, que es una nueva adaptación de la obra de Stephen King en manos de los directores Kevin Kölsch y Dennis Widmyer (ni idea de quiénes son) y un remake de la película del 89, me parece bastante chapucera y no deja de reducirse todo el tiempo a los mecanismos previsibles de la narrativa del terror sin añadirle, en ningún momento, un trozo de textura al perfil psicológico de los personajes. Todo luce muy arreglado para que inicie el show sobrenatural. Hasta cambian los estereotipos de la familia para complacer a los bobos políticamente correctos. Narra la historia del Louis Creed, un doctor que se muda con su esposa, Rachel, y sus dos hijos, Gage y Ellie, a un pequeño pueblo de Maine, donde gracias a su vecino, Jud Crandall, descubre un terreno maldito en el cementerio de animales en las profundidades del bosque que le hace la vida imposible. Cuando son golpeados por la tragedia, me veo fatigado y al rato deja de importarme en lo más mínimo los problemas que tienen con el gato endemoniado, las alucinaciones de los muertos que regresan para atormentarlos, las visitas al bosque de la muerte, el peligro de la hija exhumada que vuelve invadida por una entidad diabólica para vengarse. Aunque todo eso me resulta redundante, formula un comentario que tiene cierta coherencia cuando habla sobre la culpa, el duelo y el dolor intrínseco provocado por los traumas del pasado. Rescato el estilo visual que crea esa atmósfera tan oscura, y la actuación secundaria de John Lithgow. Lo otro es puro cliché.
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Calificación: 4/10
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