Crítica breve de la película Chicuarotes (2019)

No consigo otra cosa que la fatiga viendo a 'Chicuarotes', la segunda película como director de Gael García Bernal. Es insufrible. Me causa un sueño descomunal. Incluso hubo un momento en que le di a pausa para complacer las demandas de mi almohada. Tiene un arranque interesante, pero que a fin de cuentas no logra cohesionar la narrativa, dejando el hilo conductor inacabado, como un producto amorfo que todavía no tiene una marca esclarecida. Narra la historia de Cagalera y Moloteco, dos jóvenes que viven en condiciones de pobreza en el pueblo de San Gregorio Atlapulco en la alcaldía de Xochimilco en la Ciudad de México. Lo que ellos hacen para ganarse la vida me tiene sin cuidado, pero observo que buscan dinero fácil pintándose la cara de payaso, haciendo chistes y asaltando a punta de pistola a los ciudadanos que se sientan en los autobuses del transporte público. Su acto delictivo los lleva a la conclusión de que esas acciones garantizan el bienestar que les va a permitir salir del empobrecido poblado. Jóvenes al fin, dan una tremenda metida de pata al secuestrar a un chiquillo que todavía no entiendo qué busca en la calle a esas horas de la noche. A partir de ese detonante, la narración se vuelve irremediablemente redundante trazando el camino de los chicuarotes, abandonando el desarrollo interno de cada uno solo para justificar un tratado social sobre la pobreza, la violencia doméstica, los abusos y la raíz de la inseguridad ciudadana, temas que se quedan ligeramente a medias cuando los recursos narrativos se agotan. El ritmo le pasa factura al instante. Las actuaciones son aceptables. Y en el tercer acto se precipita con la espiral de violencia que intenta cerrar con broche de oro el cuento moral de unos habitantes indignados que piden linchamiento. No hay nada sutil. Es una película mediocre.

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Calificación: 4/10