Me parece soporífero lo que veo en 'Diane', el primer largometraje de ficción del director Kent Jones. No tengo otra forma de decirlo. Aunque hay una correcta actuación de Mary Kay Place, no consigo empatizar con lo que le sucede a su personaje hasta la segunda mitad, cuando la película abandona la redundancia y comienzo minúsculamente a sentir algo por su vida. Cuenta la historia de Diane, una viuda septuagenaria que dedica su vida a las necesidades de los demás, realizando labores comunitarias de esas que llevan el sello de la solidaridad, sirviendo comida los vagabundos del barrio, visitando a sus parientes enfermos y tratando de reanimar el vínculo con su hijo drogadicto. Al parecer, Diane, hace todas estas tareas para redimirse y distanciarse de un pasado repleto de problemas familiares, un matrimonio disfuncional, la drogadicción y el alcoholismo, y un sinnúmero de cosas bien escabrosas que no comento para ahorrarme un par de líneas. Su existencia, presumo, le sirve Jones para desarrollar un texto sobre la soledad, la redención, la vejez y la muerte, los cuales perforan su psicología día a día, cuando reflexiona deprimida tomando la carretera sin un rumbo aparente, dialogando con la gente del pueblo y los amigos que va perdiendo con los años que pasan como las brisas de otoño. La melancolía se agudiza cuando suena el leitmotiv de Jeremiah Bornfield. Los personajes secundarios son tan efímeros que al rato dejan de ser relevantes. Se supone que con lo que veo en el final debería haber salido llorando con un nudo en la garganta (la escena está diseñada para eso), pero, desafortunadamente, nada de eso pasa, así que me limito a observar el declive de la señora con una empatía comedida. No es tan cautivadora como parece.
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Calificación: 5/10
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