Siento que hay buenas intenciones en 'Amanda', el drama que dirige el francés Mikhaël Hers. Retrata la vida cotidiana con cierta naturalidad, con detalles minuciosos, abordando un tema muy serio que me pone a pensar en algunas escenas. Pero me muestro ajeno a sus sensibilidades. Cuenta la historia de David, un joven idealista de unos 20 años que anda por las calles parisinas sin un rumbo aparente, ganándose la vida con pequeños trabajos que apenas alcanzan para pagar la renta y evitando a toda costa cualquier responsabilidad de la adultez como el matrimonio o tener hijos. Su vida da un giro, primero, al enamorarse de Lena, una vecina que acaba de mudarse y, segundo, con la trágica muerte de su hermana mayor en un atentado terrorista. A partir de entonces debe cuidar a su sobrina de siete años, Amanda, para que la trama avance y se pueda colocar un discurso sobre el dolor, el duelo, la bondad y los vínculos familiares, cosa que se logra también con un tono austero distanciado de cualquier pretensión melodramática. Uno de los problemas que observo es que Hers no profundiza demasiado en los personajes, los abandona en la superficie de los conflictos. Deja que sus acciones, los gestos y las miradas comuniquen lo necesario, en ocasiones iniciando las escenas con una elipsis que hace que los encuentros que David tiene en la calle con otras personas terminen siendo redundantes y previsibles. El color es acertado al describir las sensaciones de los protagonistas. La actuación de Vincent Lacoste es aceptable, aunque se queda sin fuerza. Prefiero la interpretación de la pequeña Isaure Multrier, que me parece muy creíble cuando se ríe junto al tío que ahora es su padre y solloza por la madre que la dejó huérfana. No encuentro más nada. Es una película convencional sobre las heridas familiares.
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Calificación: 5/10
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