Finalmente pude ver 'Star Wars: Episode IX - The Rise of Skywalker', la película dirigida por Abrams que representa la conclusión a la saga de Skywalker creada por George Lucas. Me sorprende la capacidad que tengo para evadir los spoilers en las redes sociales. La vi desconociendo lo que sucede. Y aunque en un principio la disfruto, pronto me invade la sensación de que atraviesa terrenos familiares cuando recurre a la tarea de reciclar de mecanismos narrativos que buscan la complacencia. Casi no me sorprende nada. Me resulta previsible, a pesar de que me agradan algunos de los personajes, como ese malvado Kylo Ren que interpreta Adam Driver. La trama ubica los eventos un año después de 'Los últimos Jedi', donde Rey y sus compañeros de la Resistencia, Poe Dameron y Finn, intentan localizar un antiguo artefacto de los Sith para dirigirse hacia Exegol, un planeta misterioso que aparentemente albergar a Palpatine y a toda una flota de la Primera Orden que esperan las órdenes finales para acabar con todo. Al saber eso yo me quedo en mi asiento muy contento esperando ver un episodio de ópera espacial como en los viejos tiempos, pero no lo encuentro. Hay un poco de relleno en el desarrollo de las subtramas y de los personajes, algunas se ensamblan sin mucha cohesión, y el ritmo luce apresurado en esa persecución a contrarreloj para acabar con el villano. Mis elogios se concentran en esa banda sonora del maestro Williams que conquista mis oídos en todas las escenas, los efectos visuales que crean esos maravillosos mundos intergalácticos y la secuencia de acción cerca de la batalla climática en la que se subraya que la unión hace la fuerza. Es una pena que el espectáculo termine de esa manera. Imagino que ahora toca descanso de 'La guerra de las galaxias'. Es algo artificiosa, una película de término medio que cierra precipitadamente la famosa saga de la ópera espacial.
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Calificación: 6/10
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