Tratando de buscar algo que sea entretenido, me puse a ver la 'Godzilla: Rey de los monstruos', la secuela del reboot de Godzilla. No pasa ni media hora para darme cuenta de la metida de pata. Me aburre durante dos horas de mi vida que ya, prácticamente, son irrecuperables. Es un disparate, una soberana porquería de criaturas digitales muy distanciada de cualquier tipo de entretenimiento. Está repleta de personajes huecos que escapan sin rasguñarse de cualquier explosión, de situaciones previsibles que me causan bostezos y de secuencias de destrucción masiva que nunca abandonan la redundancia. La pirotecnia tiene efectos mareantes sobre mis retinas. No sé ni lo que pasa entre tanto caos. Narra la historia de unos científicos y de un cuerpo de militares de una agencia que llevan años estudiando los hábitos de Godzilla con el fin de combatirlo para impedir que se trague a la humanidad. El lío se pone feo cuando unos terroristas inician una operación para despertar otros monstruos que se encuentran dormidos en varias partes del planeta. Hay tantos personajes hablando e involucrados en el conflicto que al rato me deja de importar lo que pasa con las bestias ancestrales. Veo a un elenco de actores veteranos reducidos a papeles de 'one-liners' y acciones insignificantes que no permiten ningún rastro de fuerza. Carecen de desarrollo y solo funciona para que la trama movilice la exposición. No me basta con que le den la vuelta al mundo para resolver la crisis. La música tampoco alcanza mis oídos. Aprecio, no obstante, el diminuto homenaje a las películas niponas de Godzilla, además de los efectos visuales detrás del diseño de los monstruos . Todo lo otro me resulta ridículo. La película parece chatarra amontonada sobre un vertedero.
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Calificación: 3/10
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