En mi crítica de esta semana hago un análisis que en resumen abarca la explicación del final de 'Corpus Christi', la película del director polaco Jan Komasa.
La celebración de Corpus Christi siempre me ha parecido una ceremonia peculiar. En los tiempos de mi juventud asistía al ritual porque en el colegio católico en el que estudiaba obligaban a que todos los estudiantes a que fueran. Nunca fui muy religioso, era un escéptico, pero en aquel entonces era impensable que alguien rechazara el génesis dogmático de ese rito litúrgico. Con el paso de los años la cosa cambió. Y ahora el pensamiento crítico de la adultez me ayuda a cuestionarla. El término proviene del latín y significa ‘cuerpo de Cristo’. Su propósito es amplificar la fe de los creyentes de la Iglesia Católica en la presencia de Jesucristo a través del culto conocido como eucaristía, que funciona públicamente para rendirle el culto de adoración 60 días después de la fecha del Domingo de Resurrección. En pocas palabras, es una festividad de especial relevancia en las sociedades donde predomina el dogma católico, pero que debajo de todo es un pilar fundamental de la iglesia para perpetuar su autoridad.
Algo similar pasa en ‘Corpus Christi’, el título de una película polaca que vi recientemente y que dirige Jan Komasa. Estuvo nominada al Oscar de mejor película extranjera. No me disponía a escribir sobre ella, pero la impresión que me causó me obligó a hacerlo por el hecho de que ejecuta el significado de esa conmemoración religiosa como la parábola perfecta para describir una sociedad corrompida, a través del calvario personal de un delincuente que se hace pasar por sacerdote para escalar en la esfera social. Tanto el director como su guionista, Mateusz Pacewicz, afirman que basaron la idea en varios casos de fraude en el sacerdocio, una práctica que supuestamente es muy frecuente en Polonia, donde los individuos desfavorecidos se escabullen en la iglesia como sacerdotes falsos para gozar del reconocimiento y de los privilegios que les ofrece. Aunque examina a fondo una problemática del fenómeno en una localidad de Polonia, el asunto es tan universal que fácilmente puede encajar en cualquier país del mundo cuando trata temas como la hipocresía, los recovecos morales de la fe y la circunstancia social de los sujetos perdidos que buscan desesperadamente una identidad.
Algo similar pasa en ‘Corpus Christi’, el título de una película polaca que vi recientemente y que dirige Jan Komasa. Estuvo nominada al Oscar de mejor película extranjera. No me disponía a escribir sobre ella, pero la impresión que me causó me obligó a hacerlo por el hecho de que ejecuta el significado de esa conmemoración religiosa como la parábola perfecta para describir una sociedad corrompida, a través del calvario personal de un delincuente que se hace pasar por sacerdote para escalar en la esfera social. Tanto el director como su guionista, Mateusz Pacewicz, afirman que basaron la idea en varios casos de fraude en el sacerdocio, una práctica que supuestamente es muy frecuente en Polonia, donde los individuos desfavorecidos se escabullen en la iglesia como sacerdotes falsos para gozar del reconocimiento y de los privilegios que les ofrece. Aunque examina a fondo una problemática del fenómeno en una localidad de Polonia, el asunto es tan universal que fácilmente puede encajar en cualquier país del mundo cuando trata temas como la hipocresía, los recovecos morales de la fe y la circunstancia social de los sujetos perdidos que buscan desesperadamente una identidad.
Bartosz Bielenia como Daniel. Imagen cortesía de Kino Świat. |
Esto lo veo de inmediato al ver al protagonista, Daniel (Bartosz Bielenia), un joven que cumple una condena en un reformatorio de menores por asesinato en segundo grado. Daniel es rubio, con marcados ojos azules y un rostro que lo acerca más bien a los demonios de una sociedad. En la prisión trabaja haciendo tareas de carpintería, se divierte con actos malvados, deja que asalten a otros condenados, y recibe palizas de los bravucones más fuertes que él, pero a pesar de todo tiene el sueño de convertirse en sacerdote cuando salga de la cárcel. Para ello, constantemente escucha los sermones del clérigo designado en la prisión, el cual realiza oraciones con el fin de sanar la maldad de los jóvenes y que estos sean reformados para adaptarse al consorcio. El problema es que su historial delictivo se lo impide. Al cumplir su sentencia, el encargado, el padre Tomasz (Łukasz Simlat), le dice que ningún seminario aceptaría a convictos como él. Lo primero que hace Daniel es acudir a una fiesta de música electrónica para drogarse, emborracharse y tener sexo con una desconocida.
Bartosz Bielenia y Eliza Rycembel. Foto de Kino Świat. |
La historia de Daniel da un giro cuando es enviado a trabajar en un taller de carpintería en un pequeño poblado. Una vez allí acude a la iglesia local y, estableciendo una conversación con una muchacha llamada Marta (Eliza Rycembel), finge ser un sacerdote. Gracias al embuste se vincula con el vicario de esa iglesia, el cual es un cura con severos problemas de alcoholismo. Como el capellán se interna en una clínica de rehabilitación, Daniel se encarga de la iglesia. Al principio, la inexperiencia de Daniel se refleja al oficiar la misa y los deberes del sacerdocio cuando imparte confesiones, pero disfruta su nueva profesión hasta el punto en que su carisma contagia a los feligreses por sus métodos poco ortodoxos a la hora de predicar el evangelio. Su verborrea amplía la fe de los fervorosos que lo siguen. Todos lo tratan de manera acogedora, incluyendo el síndico, Marta y la señora Lidia (Aleksandra Konieczna), que es sacristán de la iglesia católica en la comunidad. Mientras se acostumbra a la cotidianidad y a la tarea de ser un eclesiástico respetado, surgen pequeños conflictos con los miembros de la aldea debido a un accidente automovilístico que traumatizó a los pueblerinos. Y Daniel, apaleado por el error, interviene en la discusión y causa controversia al afirmar que los restos del responsable de la tragedia sean enterrados en el cementerio al lado de la tumba de las víctimas.
Bartosz Bielenia como Daniel. Foto de Kino Świat. |
Uno pensaría que Daniel, siendo un facineroso, causaría estragos tomando ventaja de su posición clerical. Pero sucede un giro inesperado. Komasa no exhibe a Daniel como un inescrupuloso y manipulador que busca beneficiarse de los demás, sino que, por el contrario, su faena se convierte en una especie de redención que lo libera de la desilusión, la culpa y la violencia. Se refugia en la mentira para encontrar la verdad y asume su espacio de poder con una sabiduría que le permite autodescubrirse. Y experimenta el amor al relacionarse con Martha. Por iniciativa propia, transforma su vida como si se tratara de un mesías bíblico. Su postura deísta lo lleva a pensar que Dios está por encima de las demarcaciones que impone el axioma religioso y que solo se alcanza la catarsis espiritual a través de la razón y la experiencia personal. Es un individuo que ha resucitado en una idiosincrasia que lo redime como persona, reflejando su catarsis en el momento en que insólitamente muestra signos de bondad, secunda al prójimo, hace que los devotos sean felices y que sientan confianza cuando van a la iglesia para ser hechizados por su retórica. Pero luego es víctima del desequilibrio moral de un pueblo cuando guía su rebaño hacia el sendero de la codicia, las viejas amistades que conocen su falsedad, el odio de los que envían cartas amenazadoras a una viuda, las mentiras de un párroco que miente para mantener el prestigio de la iglesia (el abate que niega ser alcohólico y el padre Tomasz en la escena final) y los burócratas corruptos (simbolizado con el alcalde) que esperan lucrarse con el dolor ajeno, regresando irónicamente a su estatus de miseria.
Bartosz Bielenia como Daniel. Fotograma de Kino Świat. |
En la sociedad que exhibe la película todos son pecadores que anhelan ser redimidos y esconden secretos que se alejan de cualquier espectro moral, donde la dicotomía entre el bien y el mal se difumina cuando los líderes falsificados tienen la palabra. La ambivalencia le sirve a Komasa para elaborar una crítica demoledora de las trampas de la moralidad en los sistemas religiosos y sociales que, en ocasiones, obstruyen el caos que engendra la naturaleza humana. Utiliza símbolos religiosos que se yuxtaponen al texto político del relato. Polonia es un país eminentemente católico, dirigido por autoridades de carácter político conservador, por lo tanto el discurso tiene coherencia. Para el director, supongo, tanto el catolicismo como el conservadurismo comparten falencias comunes dentro de las estructuras sociales y no hay mucha diferencia entre una correccional y una iglesia. Los presenta como comarcas donde prevalecen las imposturas de los falsos profetas, las máscaras que ocultan la deshonestidad y la marginalidad invisible que produce conductas antisociales.
Bartosz Bielenia como Daniel. Fotograma de Kino Świat.
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Bartosz Bielenia como Daniel. Imagen cortesía de Kino Świat. |
Sospecho que los más ingenuos verán esta película como una revelación al servicio del catolicismo por la forma en la que dialoga con cuestiones relacionadas al pecado, la fe, la salvación y el perdón. Otros lo verían como una blasfemia sinigual al extraer paralelismos con la efigie de Jesucristo. Pero nada que ver. Si bien, son tocados con cierta ligereza, lo que hay claramente por detrás es un tratado filosófico que plantea la condición humana como la única misericordia posible y las diatribas políticas de primer orden que critican al status quo de una nación. El efecto se consigue con una puesta en escena sutil, un estilo visual bellísimo, una tonalidad grisácea y azulada que acentúa los pensamientos más profundos y un impostor reformado que encuentra la autonomía por medio de la engañifa. La premisa es tan original como insólita. Es un film muy conmovedor de Komasa. Hay que tomarlo en cuenta. Posiblemente sea una de las voces del cine polaco contemporáneo que hay que escuchar.
Título original: Boze Cialo
Año: 2019
Duración: 1 hr 55 min
País: Polonia
Director: Jan Komasa
Guion: Mateusz Pacewicz
Música: Evgueni Galperine, Sacha Galperine
Fotografía: Piotr Sobocinski Jr.
Montaje: Przemyslaw Chruscielewski
Reparto: Bartosz Bielenia, Eliza Rycembel, Aleksandra Konieczna, Tomasz Zietek
Calificación: 7/10
Tráiler de la película
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