Crítica breve de la película La pareja chiflada (1975)

Todo el que me conoce sabe muy bien que soy un tipo al que le gusta hacer reír a la gente. En otra palabras, soy un payaso. A veces para mantener a mis chistes en forma le hablo a la pared para no volverme loco. Lo mismo espero cuando veo una comedia: llorar de la risa. Y eso esperaba viendo 'La pareja chiflada', la comedia de Herbert Ross que protagonizan Walter Matthau y George Burns. Se supone que debo reírme mucho observando a ese par de actores veteranos interpretando a una pareja de comediantes de vaudeville que no se soporta ni siquiera porque el retiro los mantiene separados. Pero nada de eso pasa. Se me hace previsible, aburrida, abarrotada de unos diálogos rebuscados de Neil Simon que me producen efectos letárgicos. La historia se reduce a tres actos con escenas de larga duración. En la primera mitad tengo que ver al sobrino, que trabaja en el showbiz, tratando de convencer al protagonista para reunirlo con su antiguo compañero en un especial de televisión que tiene la finalidad de homenajear a la pareja por su trayectoria artística. En la segunda, los dos viejos se juntan a conversar haciendo un enorme esfuerzo para soportar lo que dice cada uno. Aunque en el fondo disimulan su amistad, son personajes que, a mi parecer, carecen de sustancia y están delineados de una manera superficial. No veo mucha química entre Matthau y Burns, quizá por estar acostumbrado a verlo con Lemmon, pero reconozco de inmediato que la actuación de Matthau es fenomenal como el comediante anciano de 73 años malhumorado, cínico e impertinente, apoyado de ese maquillaje falsificado que lo envejece (apenas tenía 55 años). La única escena que funciona es la sitcom del doctor y el paciente. El resto es teatralidad cansina. Es una comedia muy huera sobre el significado de la reconciliación y el ocaso de los actores vodevil.

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Calificación: 5/10


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