Hoy me ha tocado aburrirme con 'Wilbur se quiere suicidar', un drama romántico con ciertos semblantes de comedia dirigido por la directora danesa Lone Scherfig. En un principio me veo atraído por la manera en que aborda el concepto del suicidio, pero lo luego me invade la terrible sensación de que todo es irremediablemente convencional. Su historia trata de un hombre llamado Wilbur, el cual tiene el pasatiempo de intentar suicidarse por diversos métodos, pero sin conseguir el resultado deseado. Muchas veces, su hermano Harbour, que administra una librería, tiene que encargarse de borrar las intenciones de su hermano llevándolo a un grupo de terapia para suicidas. Ambos son polos opuestos. Uno es pesimista y cínico; el otro es un optimista y humilde. Pero la trama de los hermanos da un giro cuando conocen a Alice, una mujer divorciada, con la que ambos desarrollan cierta afección. Lo que observo después del detonante son ligeras metáforas sobre la hermandad, la muerte y la felicidad del núcleo familiar, todo con un trío amoroso que me resulta creíble por la forma en que se enamoran, en escenas pasionales muy escuetas. El problema, supongo, proviene de las acciones reiterativas de los personajes que le restan emotividad al asunto, sobre todo cuando se revela que Wilbur recurre a la idea de suicidarse para olvidar su desilusión y su soledad existencial (solo desea una mujer para amar), cosa que se corrige al ver a su hermano moribundo. Hay una buena química en las actuaciones de Jamie Sives, Adrian Rawlins y Shirley Henderson, aunque a mi juicio se destaca de inmediato el rol secundario de Mads Mikkelsen como el doctor. Con el retrato del suicida enamorado, Scherfig busca una ironía que pierde el ingenio cuando el melodrama cobra sentido y deja el texto principal en una especie de vacío reduccionista. Es una película algo trivial.
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Calificación: 6/10
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