Crítica breve de la película Historia de dos ciudades (1935)

Póster de la película
Como muchas de las producciones ambiciosas de Selznick de la época, Historia de dos ciudades, de Jack Conway, es una película visualmente portentosa por su diseño de producción, pero encuentro poco conmovedor su drama histórico y romántico sobre la injusticia social, el sacrificio honorable y el amor imposible. A pesar de la apertura interesante que sitúa el barullo en el génesis de la revolución francesa, me temo que ni la presencia magnética de Ronald Colman puede rescatar la blanda narrativa. Adaptada de la clásica novela de Charles Dickens, cuenta la historia Sidney Carton, un abogado inglés con alma de poeta que vive aferrado al alcohol para apaciguar la amargura y la culpa. Para tratar de redimirse defiende en pleno juicio a Charles, un aristócrata francés exiliado que ha sido injustamente apresado. Sidney conoce a una bella mujer llamada Lucie, quien ha viajado con su padre desde Francia hacia el Reino Unido para olvidar el trágico pasado. Se enamora de ella y oculta sus sentimientos, pero para su mala suerte ella se casa con Charles. Con el paso del tiempo, Sidney lo sacrifica todo para que ella sea feliz. El montaje es efectivo con el tratamiento de la elipsis que resume la vida de esos personajes durante varios años en medio de la inestable situación sociopolítica de dos países, pero la falta de cohesión le pasa factura al engranaje narrativo. La teatralidad de los personajes es reemplazada por un melodrama superficial que guillotina las posibilidades de acción que posee el relato, restándole fuerza, permitiendo que la redundancia se apodere de todas las escenas como la Toma de la Bastilla. Apenas hay tiempo para desarrollar al noble protagonista que Colman interpreta espléndidamente y que me parece muy creíble cuando transmite lo que siente al asumir su destino irreversible. Cuando al final se recupera, ya es demasiado tarde. 

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Calificación: 6/10

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