Crítica breve de la película Capone (2020)

Póster de 'Capone'
No sé lo que estaba pensando el director Josh Trank para dirigir una nueva biopic sobre la vida de Al Capone, pero su película sobre el infame gánster norteamericano, titulada simplemente Capone, es un drama biográfico con una narrativa tan anodina e inerte que ni siquiera la actuación meticulosa de Tom Hardy puede corregirla. Su pecado [imagino que en su afán de hacer algo diferente] se debe al retratar el ocaso de un gánster desde una perspectiva psicológica, rechazando mostrar a Caracortada como un hombre intocable con un inmenso poder con el fin de presentar su lado vulnerable, dejándolo como víctima de cosas desagradables como el miedo, la ansiedad y las trampas del pasado ocasionadas por las secuelas de una demencia interminable producida por la neurosífilis. Se ambienta en 1947 y retrata el último año de vida de Capone en su lujosa mansión en Palm Island en Florida, luego de pasar 10 años en prisión por los crímenes que cometió, donde vive con su devota esposa Mae y su familia, condenado a sufrir los graves efectos de la enfermedad, orinando y defecando en la ropa, fatigado por la pérdida de memoria y un juicio defectuoso, ensimismado en el violento pasado, aprisionado por una paranoia que lo hace ver los fantasmas de las víctimas, acosado por la vigilancia constante del FBI. No pasa absolutamente nada que sea intenso o revelatorio. No hay ni una sola escena en la que un golpe de efecto suponga alguna sorpresa en la efigie de Capone, repitiendo la misma mecánica de mostrarlo perdido en el laberinto de la culpa y los recuerdos. Al menos la actuación de Hardy es fidedigna cuando captura la repugnante existencia del mafioso con los movimientos, los gestos y una expresividad mesurada, a pesar del maquillaje barato que adorna su rostro. El resto me resulta tan infumable como las cenizas de un puro.

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Calificación: 4/10

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