La última película de Roy Andersson, Sobre lo infinito, es una tragicomedia muy agridulce con la que vuelve a retratar pinturas vivientes sobre los dilemas de la existencia humana.
Creo que no hay un cineasta europeo que retrate las contrariedades de la vida como el director sueco Roy Andersson. El cine de Andersson proyecta el significado de la humanidad a través de un estilo muy peculiar en el que abunda la crítica social, pero también el existencialismo, cargado de humor absurdo y de un sentido de ironía que adorna los días grisáceos de unos personajes de rostro pálido que hablan muy poco y que prefieren observar los conflictos fútiles de la cotidianidad. Aunque nunca fue así, esa estética personal comenzó a florecer a partir de la trilogía de la vida, compuesta por las magníficas Canciones del segundo piso, La comedia de la vida y Una paloma sentada en una rama reflexionando sobre la existencia, donde esboza el asunto tragicómico de esos seres que pueblan su mundo con un lenguaje posnarrativo sumamente sutil, y un estatismo que los encuadra con planos fijos de larga duración y que de algún modo se tiñen de una colorización grisácea para abordar los contrastes de temas como el dolor, el amor, la desilusión y la certidumbre. Su sello es tan distintivo, que no he visto nada semejante desde el día en que lo descubrí.
Hace poco tuve la oportunidad de ver Sobre lo infinito, la última película de Andersson estrenada en el pasado Festival Internacional de Cine de Venecia, donde ganó el premio a mejor director. No pienso que se trate de su obra cumbre, pero me ha dejado maravillado porque supone una continuación de la trilogía de la vida. Adaptada libremente de Las mil y una noches, es una película satírica, sobria, existencial, en la que Andersson se toma menos de una hora y cuarto para retratar una vez más los episodios más agridulces de la condición humana, poblada de personajes alicaídos y de una escenografía gris en la que cada rincón de la ciudad desolada se asemeja a una especie de tableau vivant. Su tono es decididamente ligero y melancólico y evita a toda costa el sentimentalismo barato y la indulgencia superflua, pero lo interesante es que equilibra la farsa con el absurdismo con una sutileza que en ninguna escena abandona los rastros de originalidad.
La película comienza encuadrando a una pareja que se abraza, mientras divaga por encima de las nubes y mira hacia abajo. Un fundido a negro traslada la acción a otra parte. Frecuentemente se escucha la voz en off de una mujer joven que describe lo que ve: mosaicos de varias personas en una capital inhóspita. Unos cónyuges sentados de espaldas a la cámara divisan el panorama de la metrópoli para olvidar su monótona relación. Un fatigado señor sube las escaleras cargando consigo las bolsas del supermercado y rompe la cuarta pared para enunciar una anécdota sobre la indiferencia y las amistades fracturadas. El olvidadizo camarero de un restaurante llena la copa de un cliente que lee el periódico hasta derramar el vino en la mesa. La directora corporativa de una empresa contempla la urbe desde su piso para desechar una vergüenza que le impide reconocer sus fallas. Un hombre que duerme solo se lamenta por estar endeudado hasta el tope. Un sacerdote que ha descuidado la fe tiene un sueño en el que es maltratado por la muchedumbre mientras carga una pesada cruz (clara simbología al calvario de Jesucristo). Un chico solitario que pasea por la calle se detiene al ver a la chica que le gusta regando una planta en las afueras de una barbería.
Martin Serner como el sacerdote. Fotograma de Studio 24. |
Como en las películas anteriores de Andersson, la narración desmantela la estructura clásica de tres actos, construyendo relatos episódicos aparentemente inconexos en el que los personajes habitan una comunidad que los mantiene esclavizados en la cárcel del sufrimiento, de la apatía, del pesimismo, de la soledad. Solo muestra los efectos de las acciones, sin detonantes que puedan desequilibrar la armonía, bajo un tiempo que sigue las reglas de la no linealidad en una realidad inconsistente donde la lógica causal es ridiculizada. Cada una de las crónicas es relatada por la narradora omnisciente que los observa de lejos. Son presentados como sujetos introspectivos acostumbrados al silencio y a los espacios desocupados que, sospecho, reflexionan sobre su existencia anodina ocultando el hecho de que desean ser felices para gozar de los momentos de libertad y de belleza que ofrece la vida cotidiana. Sus movimientos son parsimoniosos. Todos andan como personajes extraviados, sin rumbo, que se enfrentan a cosas como el amargo sabor de la decepción, las rupturas amorosas, la perdida de la fe, el arrepentimiento, la muerte de los seres queridos, la culpa, las inseguridades, la deshumanización de la guerra. Pero en algunos instantes breves prueban el afecto familiar, los reencuentros, la alegría y la pasión.
El contraste se amplifica en la segunda mitad cuando la narrativa antiestructura se desvía por los senderos diegéticos de la atemporalidad y del surrealismo, colocando a personajes de la Segunda Guerra Mundial que coexisten con los individuos de la contemporaneidad, como el soldado en el campo de prisioneros que pide misericordia a la hora de ser fusilado, la aparición efímera de un Adolph Hitler amargado frente a unos subalternos que no le prestan atención y los soldados derrotados que marchan hacia la incertidumbre en las frígidas regiones siberianas.
La idea de Andersson es una paradoja filosófica que estudia los sistemas humanos en un contexto sociológico, comunicando, en cada una de las escenas, que el ser humano está prácticamente condenado a repetir los mismos dilemas mundanos que, en la superficie, son completamente insignificantes, pero que de igual manera necesita aferrarse a ellos para que su vida tenga algún tipo de valor. Para Andersson la miseria del hombre es una abstracción tan infinita como cíclica. Solo sus actos pueden ser eternos. El componente satírico de su texto alcanza un punto culminante en la escena final, en la que un hombre sale a revisar su auto averiado (de un color verde que revela la esperanza) en medio de un largo camino cubierto de un cielo ceniciento, simbolizando que para el hombre no todo está perdido, pues está sujeto perpetuamente a solventar los claroscuros que se le atraviesan en las distintas etapas de la vida para seguir adelante, yendo por el lado opuesto de la carretera, consciente de que la eternidad es una quimera inalcanzable.
La estética de la película está ejecutada con un control compositivo tan meticuloso como un lienzo pintado alla prima. Valiéndose nuevamente de la lente de Gergely Pálos, Andersson encuadra las acciones minimalistas de los protagonistas casi siempre con una cámara estática que aprovecha el plano general de tempo prolongado para transmitir su incomunicación y una iluminación agrisada que representa coherentemente sus estados anímicos, algo que a veces logra una comicidad seca muy penetrante. También usa el sobreencuadre para mostrar dos tareas que suceden paralelamente dentro del cuadro. Adorna los rostros de ellos con un maquillaje que los convierte en figuras mortuorias. Y en la puesta en escena traza unos decorados muy auténticos que aprovechan el atrezo y la profundidad de campo para subrayar símbolos diversos sobre la fragilidad de las emociones colectivas.
No sé lo que estaba pensando Andersson para continuar con sus viñetas fantásticas sobre la sociedad sueca, pero me parece que con Sobre lo infinito completa, junto con las tres películas anteriores, una tetralogía hipnótica, profunda y muy divertida sobre la eterna tragicomedia de la vida. No hay una escena que no sea sorpresiva. Es una de esas comedias dramáticas que te hace reír hasta con las cosas más absurdas y deprimentes. Se termina transformando en una fábula eminentemente humana.
Ficha técnica
Título original: About Endlessness (Om det oändliga)
Año: 2019
Duración: 1 hr 18 min
País: Suecia
Director: Roy Andersson
Guion: Roy Andersson
Música: varios
Fotografía: Gergely Pálos
Reparto: Martin Serner, Jessica Louthander, Tatiana Delaunay, Anders Hellström,
Calificación: 7/10
Título original: About Endlessness (Om det oändliga)
Año: 2019
Duración: 1 hr 18 min
País: Suecia
Director: Roy Andersson
Guion: Roy Andersson
Música: varios
Fotografía: Gergely Pálos
Reparto: Martin Serner, Jessica Louthander, Tatiana Delaunay, Anders Hellström,
Calificación: 7/10
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