Crítica breve de 'Proyecto Power' (2020)

Proyecto Power

En todo el trayecto del fatídico 2020 no he visto todavía una película de Netflix más acartonada y soporífera que Proyecto Power, de los directores Henry Joost y Ariel Schulman. Como cinta de crimen policial y de ciencia ficción tiene el poder de aburrir en altas dosis con sus secuencias de acción rutinarias, los efectos especiales desastrosos y unos personajes de plástico que intentan ser superhéroes durante dos horas fatigosas en las que, a mi juicio, no sucede nada que sea sorpresivo y se desperdician los roles de Jamie Foxx, Joseph Gordon-Levitt y Dominique Fishback. Cuenta la historia de un policía local de Nueva Orleans, Frank, en el momento que se une a Robin, una traficante de drogas adolescente, y a Art, un ex soldado que busca desesperadamente a su hija secuestrada, con el único propósito de localizar y detener a los criminales responsables de crear una misteriosa píldora que tiene la capacidad de otorgar habilidades sobrehumanas a los usuarios que la toman. A pesar de que el concepto es interesante, la narrativa se encarga de borrar los rastros con las acciones previsibles de los personajes, como si se tratara de los efectos secundarios de una sustancia prohibida. Pronto me harto de ver al policía de acero recibiendo balazos en la cabeza para probar sus poderes, al hombre con el pasado militar traumático que intenta vengarse matando a todo el que se encuentre a su paso, a la muchacha afroamericana que vende pastillas para ahorrar dinero y cumplir su sueño de ser rapera. Me resulta hasta estúpida la forma en que combaten contra los villanos que venden el camello. Cuando me olvido de la corrección política que adorna el aparato de acción, lo único que puedo extraer momentáneamente es el comentario sobre las consecuencias de la adicción a las drogas y los sacrificios paternales, algo que, por así decirlo, me lo han contado cientos de veces. 


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Calificación: 2/10

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