Crítica breve de 'Ayer, hoy y mañana' (1963)

Ayer, hoy y mañana
Me llevo una decepción rotunda viendo Ayer, hoy y mañana, del gran Vittorio De Sica. No sé en qué estaba pensando Carlo Ponti para producirla en aquel entonces, pero es una comedia antológica algo aburrida y poco divertida que, a mi modo de verlo, solo funciona como una excusa trivial para juntar a la eterna pareja conformada por Marcello Mastroianni y Sophia Loren. Tampoco comprendo cómo ganó en 1964 el Oscar a la Mejor Película Extranjera, aunque entiendo que a veces el favoritismo tiene sus frutos. Cuenta tres viñetas separadas por tiempo y espacio y construidas alrededor de un hilo conductor. El primero se sitúa en un barrio pobre de Nápoles y cuenta la historia de Adelina y su esposo Carmine mientras esquivan a las autoridades para no perder su hogar. El segundo, quizá el más placentero de todos, presenta la discusión en formato de carretera entre una mujer rica de sociedad llamada Anna y su amante, el periodista de clase media llamado Renzo, mientras se pasean por las avenidas en un lujoso Roll Royce. El último, al cual llego en un estado de abulia incalculable, es un episodio que describe la vida de Mara, una prostituta bondadosa que se acuesta con clientes de alta sociedad en su apartamento, mientras aconseja moralmente al joven Umberto que estudia para convertirse en sacerdote en seminario y lidia con el torpe y adinerado Augusto. Aunque la estética de De Sica emplea moderadamente herramientas en su puesta en escena que, de alguna manera, subrayan los sentimientos intrínsecos y los dilemas sociales de los protagonistas, sus personajes se mantienen en una superficie en la que ni los diálogos ni las situaciones pintorescas ni las acciones suponen algo sorpresivo o remotamente entretenido. Son personajes vacíos. Todo sucede por inercia, por la necesidad aparente de dar vueltas alrededor de problemas redundantes que, a fin de cuentas, resultan baladíes y que solo sirven para enunciar un comentario ligero sobre las diferencias de clases sociales y la forma en que las relaciones de pareja se construyen alrededor de la óptica femenina. Ni siquiera me provoca risa el humor de los personajes. El tono es demasiado ingenuo para mi gusto. A pesar de todo, reconozco de inmediato esa química inmediata que hay entre Mastroianni y Loren cuando interpretan a esas parejas condenadas a repetir las disyuntivas sobre el amor. Solo por ellos me quedo hasta el final.

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Calificación: 5/10

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