La nueva aventura de Mujer Maravilla ofrece un paseo nostálgico por la década de los 80, pero ni eso impide que sea una cinta muy convencional de superhéroes.
Si no me equivoco, hace unos tres años, yo fui uno de esos pocos individuos dedicados a este ajetreo del comentario cinematográfico que se aburrió hasta bostezar viendo la primera aparición de Mujer Maravilla en la gran pantalla. Desconozco qué era lo genial que tenía más allá de los efectos dormitivos, pero recuerdo que la sala estaba llena y que mucha gente habló bien de ella, quizá por utilizar al personaje de DC para robustecer esas ideas feministas que tanto están de moda. A mí, por el contrario, me invadía una sensación de dejadez atestiguando sus efectos especiales mareantes y su narrativa defectuosa, a pesar de que la superheroína de Gal Gadot desprendía cierto carisma en unos instantes fugaces que preferí olvidar. Todavía pienso que es una película patética de superhéroes de la directora Patty Jenkins, uno de los tantos productos mediocres que se pueden extraer de la factoría del autodenominado DCEU y que se realizan de forma apresurada, supongo, para tratar de alcanzar a la competencia.
Para olvidarme del asunto, asisto a ver la secuela titulada Mujer Maravilla 1984, estrenada actualmente en la plataforma de HBO Max, nuevamente dirigida por Patty Jenkins y protagonizada por Gal Gadot. Por causa del avance indetenible de esa peste que tiene al mundo cuesta abajo retrasó su estreno en varias ocasiones, hasta que los señores de la Warner Bros. decidieron que se sería buena idea estrenarla sin falta en la víspera de navidad, simultáneamente en el servicio de streaming y en las salas de cine, en un intento por buscar alternativas para rescatar el negocio. Yo aprovecho su oferta, pensando que me podría dar algo de entretenimiento, la veo en la comodidad de mi hogar, esperando superar el estado de abulia que sufrí al ver el tráiler en YouTube, pero otra vez caigo víctima de un aburrimiento que ni siquiera puede ser mitigado por la presencia de Gadot o esa reproducción nostálgica de los 80. No veo nada sorpresivo en su cuento sobre el empoderamiento femenino y las consecuencias de la codicia, nada que sea remotamente entretenido. Es terriblemente efectista, insulsa. Me atrevo a decir que es incluso peor que la predecesora cuando observo una vez más a la Mujer Maravilla salvando al mundo de un megalómano desquiciado.
La película comienza con un prólogo en el que una pequeña Diana Prince demuestra sus habilidades prodigiosas en unas pruebas celebradas en Themyscira contra unas Amazonas mayores que ella, pero es descalificada por tomar un atajo y recibe de su madre, la reina Hipólita (Connie Nielsen), y de su tía, Antíope (Robin Wright), una dura lección moral sobre el significado de la verdad. Le dicen: "ningún héroe verdadero nace de la mentira". Figuradamente recuerda eso años después, en 1984, cuando es adulta (Gal Gadot) y trabaja como antropóloga en el museo Smithsonian estudiando civilizaciones antiguas, y en su tiempo libre se la pasa rescatando mujeres de los maleantes masculinos que andan por las calles, manteniendo una especie de anonimato para que nadie descubra sus superpoderes como metahumana. En su empleo, entabla amistad con Barbara Ann Minerva (Kristen Wiig), una mujer insegura, inteligente y de aspecto descuidado que la llega a idolatrar por su sofisticación e inteligencia femenina, viéndola como un modelo a seguir.
Empleando los mecanismos más convencionales de la fórmula de superhéroes, la narrativa de Jenkins coloca a Diana en una trama previsible en la que todo sucede por inercia y las sorpresas parecen cosas de niños. La ingenuidad me hace pensar que se trata de una broma. La mayor parte del conflicto gira en torno a una piedra del sueño, un artefacto antiguo que concede los deseos de cualquier persona. Diana, desconociéndolo, interactúa con la gema pidiendo que reviva a su amante fallecido, el piloto Steve Trevor (Chris Pine), pero dejando que su alma posea el cuerpo de otro hombre. Juntos viven un amor fugaz en la cotidianidad de los 80. Pero el problema se complica, primero, cuando Barbara se deja contaminar por la envidia y, luego de ser rescatada por Diana de un acosador callejero, pide a la piedra ser como Diana, adquiriendo no solo su confianza, sino también sus superpoderes. En segundo lugar, se empeora, cuando Barbara le cede la joya de los anhelos a Max Lord (Pedro Pascal), un empresario codicioso que padece el síndrome de Gordon Gekko y que la utiliza para salvar a su compañía petrolera de la bancarrota, deseando controlar todas las reservas de petróleo del mundo para su propio beneficio y, también, para demostrarle a su pequeño hijo que es un padre ejemplar y no un fracasado, como piensan los socios a los que les debe dinero. El villano, como si fuese una caricatura de Wall Street, está tan obsesionado que hasta se traga la piedra para conceder deseos y manipular a su antojo a todo el mundo.
Con unas secuencias de acción blandísimas y unos efectos especiales que parecen hechos con una Commodore 64, me someto a una redundancia interminable cuando la mujer estrella y su amado siguen por todo el planeta al magnate de los deseos para detener sus planes de conquistar al mundo. Ni siquiera me sorprende que vuelen en el famoso jet invisible o que la protagonista finalmente aprenda a volar por los cielos para reponerse de una despedida amorosa del novio que decide desaparecer para que ella recupere sus poderes. La persecución en Egipto es una tontería, al igual que el combate en los interiores de la Casa Blanca. Tampoco supone nada fuera de lo común que el malo use su poder para desatar el caos, la inestabilidad y la destrucción mientras cobra por los deseos de los infelices para fortalecer su fortuna, a cambio de sangrar por la nariz como si fuera un vicioso. O que la nerd tímida se transforme en una depredadora feroz para demostrar que puede luchar contra la heroína que admira. Los motivos, cuanto mucho, obedecen a la reiteración de una moraleja que es tan maniqueísta como trivial.
A través de las acciones de esos personajes, Jenkins fabrica un discurso algo dúctil sobre los corolarios de la avaricia y las trampas del éxito, así como de la integridad femenina. Ambientarla en la época de Reagan, en la cúspide de la Guerra Fría, le sirve de resorte para exteriorizar los malestares de una sociedad estadounidense superficial en la que las mentiras, la cultura de las apariencias y la necesidad de tener más es lo único que importa, de gente que se toma el rechazo muy en serio. Muestra las causas de renunciar a la moralidad para satisfacer deseos superfluos como la envidia, la ambición y el egoísmo, pero también las secuelas de estos cuando son llevados hasta los límites que descomponen los valores morales y el bienestar de los demás. Su tratado propone, asimismo, que solo una mujer tan brillante como el oro es capaz de empoderarse para sacar la verdad a la luz y curar los males intrínsecos de una ciudadanía que se cae a pedazos con una chispa de bondad y honestidad. Y fin de cuentas ni siquiera llega a una conclusión que sea relevante cuando señala, a modo de alegoría, que esos mismos atributos están presentes en la sociedad norteamericana en la era de Trump.
Creo que lo único notable de la película es ese estilo visual que evoca una nostalgia artificiosa de los años 80 con el vestuario y los decorados. Cuando me olvido de la fantasía pseudoorwelliana, no encuentro más que una cinta convencional de superhéroes poblada de explosiones, magia, persecuciones rutinarias y unos personajes tan vacíos como una funda de plástico de Sears. No hay nada que sea heroico en la nueva travesía de Mujer Maravilla. Todavía no comprendo cuál es la necesidad de que un bodrio así dure dos horas y media. Solo gente que no anda bien de la cabeza puede tomar una decisión así. Ahora mismo lo único que deseo es que la tercera entrega no se llegue a realizar.
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Ficha técnica
Título original: Wonder Woman 1984
Año: 2020
Duración: 2 hr 31 min
País: Estados Unidos
Director: Patty Jenkins
Guión: Patty Jenkins, Geoff Johns, Dave Callaham
Música: Hans Zimmer
Fotografía: Matthew Jensen
Reparto: Gal Gadot, Chris Pine, Kristen Wiig, Pedro Pascal, Robin Wright, Connie Nielsen,
Calificación: 4/10
Título original: Wonder Woman 1984
Año: 2020
Duración: 2 hr 31 min
País: Estados Unidos
Director: Patty Jenkins
Guión: Patty Jenkins, Geoff Johns, Dave Callaham
Música: Hans Zimmer
Fotografía: Matthew Jensen
Reparto: Gal Gadot, Chris Pine, Kristen Wiig, Pedro Pascal, Robin Wright, Connie Nielsen,
Calificación: 4/10
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